Como hablé de Once Upon a Time el otro día y estoy empeñado en demostrar que tengo una edad mental de once años, hoy me dispongo a hablar de una de las películas que más veces he visto en mi vida, si no la que más. Sí, amigos, estoy hablando de “Finding Nemo”, la película de Pixar en la que Marlin, un pez payaso con muy poca gracia, recorre el océano hasta llegar a Sidney para recuperar a su hijo, Nemo, que se encuentra atrapado en el acuario de la consulta de un dentista.
Cuando se habla de las obras maestras
que ha producido Pixar se suelen mencionar en primer lugar Up y
Toy Story 3, que se
colocaron en la cima de la productora consiguiendo sendas
nominaciones a los Oscars no sólo como mejor película de animación,
sino como mejor película a secas. Ambas se caracterizan, además de
por la perfección técnica y por un sentido del humor destinado a
niños con guiños al público adulto, por su capacidad para tocar la
fibra sensible de manera extraordinaria. Y aunque todos coincidimos
en que hay pocas manchas en el historial de Pixar, nos olvidamos a
veces de que con Wall•E
se atrevieron a hacer una película casi muda en 2008 o que Buscando a Nemo,
sin llegar al estallido emocional que provoca Up,
también es una cinta que trasciende el mero entretenimiento
infantil. La compañía ha sido grande desde que nació.
Nemo
se
estrenó allá por 2003, cuando yo tenía 10 años, y a esa edad ya
se sabe que si una película te entusiasma corres el riesgo de rayar
el DVD. No me atrevería a clasificarla como mi película favorita,
pero durante unos años hizo que mi vocación fuese la biología
marina: más allá de su humor, su trasfondo o sus carismáticos
personajes, lo primero que sorprende es lo bien que aprovecha el
universo submarino (una virtud que también tiene otra película que
vi hace poco, por cierto, Ponyo en el acantilado).
Yo desde entonces flipo con las mantas rayas. Y durante estos nueve
años, de vez en cuando, me sigue apeteciendo sacar el DVD de su caja
y sumergirme (patapám, pish!) en ella.
Luego
están la relación paternofilial entre Marlin y Nemo, que crean en
tres escenas y sirve de perfecta base para una aventura tan épica;
la entrañable y alocada Dory (mención especial para el doblaje de
Anabel Alonso, que lo hace más que bien); los diálogos chispeantes
o los habitantes del acuario de la consulta del dentista, a cada cual
más loco. Todos estos elementos, que destacan en un momento u otro,
consiguen que muchos años después siga disfrutando de ella como
cuando tenía diez años. Sinceramente, Buscando
a Nemo me
parece incluso mejor que Toy
Story 3.
Esta rodeada por ese aura especial que sólo ciertas películas
tienen (Cómo
entrenar a tu dragón
sería otro ejemplo): te pone de buen humor con facilidad, vuelves a
ser un niño un rato y te olvidas de que el mundo es una mierda.
Además, Nemo
no tendrá la crudeza de Up,
pero durante los últimos minutos llega a conmoverte.
2 comentarios:
¡Que tenías 10 añitos! Me siento vieja xD.
Pues sí, Buscando a Nemo es una grandísima película :). Yo la descubrí tarde (creo que además es de las primeras que me bajé a buena calidad y la vi en mi tele) y me encantó. Siempre me ha gustado muchísimo el mundo marino, y me quedé encantada con la recreación tan mágica que hacen de ese arrecife australiano en la película. Es verdad que los personajes son entrañables, te ríes mucho, es muy entretenida, con sus momentos tiernos... Muy, muy buena.
Y el señor Cuesta también hace un gran doblaje! ;P
Saludos
Lo mejor de José Luis Gil es que, cuando hace doblaje, no se le reconoce lo más mínimo (en darte cuenta de que Dory es Anabel Alonso no se tarda nada). Y, como dices, hace un gran trabajo doblando al protagonista de Buscando a Nemo.
Gracias por comentar :)
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