
Pixar no es un director. Parece una
tontería decirlo porque es obvio, pero el hecho de que la compañía,
a lo largo de su ya no tan corta vida, haya lanzado películas de
animación una tras otra de calidad más que notable y sin sonoros
tropiezos (salvo Cars 2 el
año pasado) ha hecho que se valore el trabajo dentro de la
organización como se examina la carrera de un director. Y, a pesar
de que son muchos los trabajadores que participan en todos los
proyectos de la casa, Los Increíbles,
Buscando a Nemo, Up
y Brave
son obras de directores distintos, cada uno responsable en última
instancia del resultado final. Porque una cosa es que Pixar, como
empresa, exija que sus películas sean bastante más que una fuente
ilimitada de ingresos por merchandising
y conceda libertad creativa a sus empleados para desarrollar
proyectos arriesgados, y otra muy distinta que debamos esperar el
mismo riesgo creativo en todos los productos que se gestan bajo sus
infraestructuras.
Porque
Brave,
el estreno de la factoría de este verano, puede ser más clásica
que algunas de sus predecesoras, con una historia ya contada y un
final bastante previsible, pero es tan equilibradamente emotiva y
divertida como cabría esperar. Con ella, Pixar se vuelve a proclamar
la reina del humor físico, con escenas simples y absurdas con las
que no se puede evitar soltar una carcajada. Además, cuenta con
diálogos bastante ágiles y bien escritos, y la relación entre
Mérida, la protagonista, y su madre, deja unos cuantos momentos que
consiguen conmover al espectador sin caer en largos discursos ni en
sensiblería barata (hay una escena especialmente inspirada en la que
las protagonistas se hablan sin hablarse). En resumen, que tiene
todos los ingredientes para gustar. Por otro lado, el perfeccionismo
técnico de la animación cada vez va a más, y en Brave
se
observa en la magnificencia de los planos irlandeses, el hipnótico
pelo de Mérida o la animación de los osos que aparecen en la
película. Una delicia visual incontestable.
Y
no nos engañemos, las premisas pueden ser más o menos locas (una
empresa de monstruos que asustan a niños a domicilio, un anciano que
quiere atravesar el mundo haciendo volar su casa con un puñado de
globos o una rata que quiere ser cocinera), pero al final todas las
historias de Pixar son cuentos sobre la superación personal. Y como
este tipo de historias, si están bien hechas, funcionan a la
perfección y conectan con el público, las películas de Pixar
siempre están entre lo mejor del año. Aunque he de confesar que no
tengo fe ciega en ellos, y el anuncio de las nuevas
secuelas/precuelas de Monstruos
S.A.
y Buscando a
Nemo
me da un poco de miedo. A ver qué les sale.
Que Shakespeare in Love ganase el Oscar a la mejor película
(y directamente arrasase) en 1998 acabó haciéndole más mal que
bien a John Madden. No solo la película recibió un backlash
tremendo, sino que el propio director no ha vuelto a trabajar en
ningún proyecto lo suficientemente ambicioso como para acabar de
hacerse un nombre. En vez de eso, se ha dedicado a hacer películas
más sencillas, como Proof (que a mí me encanta porque
Gwyneth Paltrow haciendo de loca desquiciada siempre es un plus) o La Deuda (aquel interesante thriller de espías ambientado en
los años sesenta), que no aspiran a más que entretener (o recaudar,
según se mire). Su apuesta segura de este año era El exótico Hotel Marigold, una dramedia sobre la tercera edad que cuenta el
viaje de jubilación de unos ancianos a un destartalado hotel de la
India.
Y la verdad es que el único adjetivo que se me ocurre para describir
a la película es “decepcionante”. Y es triste que una película
con unas aspiraciones tan limitadas decepcione. El final de las
historias es muy previsible, cosa que no importaría demasiado si el
desarrollo fuese medianamente divertido, pero tuve que luchar contra
el sueño para acabar de verla. De hecho, John Madden le debe
muchísimo a Maggie Smith, la lanzadora de one liners por
excelencia (últimamente la hemos visto hacerlo en Downton Abbey, en Gosford Park y hasta en el cierre de Harry Potter, en el que su personaje aparece cinco minutos y roba la función). La veterana actriz tiene un personaje carismático y
divertido que levanta un poco el nivel medio de la película. Por lo
demás, nos encontramos un reparto estelar desaprovechado en un resultado final muy
mediocre.