En mi viejo blog comenté cuando acabé de leerme los dos primeros libros de la saga Los Juegos del Hambre que me habían gustado mucho. Intentando ser un poco objetivo, apuntaba que era una saga adolescente bien construida, que no trataba al lector como un imbécil y que presentaba un universo que, al menos a mí, me resultaba interesante. Evidentemente los libros tienen sus fallos, entre ellos una narrativa simple y una protagonista que puede resultar cargante a ratos de tanto que reitera sus dilemas morales, pero lo que no se puede negar es que tienen contenido suficiente como para filmar una película. La duda estaba en si Gary Ross, director de una de mis películas favoritas como es Pleasantville, iba a dar la talla a la hora de sacar adelante una adaptación de las novelas.
Y sí y no. Sí
porque Panem, el capitolio y los distritos están genialmente
recreados, porque renuncia a la voz en off, un recurso que podría
haber estropeado por completo la cinta, y porque la película goza de
un ritmo ágil y respeta al máximo el material original. No porque
el director ha optado a la hora de rodar la película por utilizar un
recurso como es la cámara en mano que, a pesar de resultar más
conveniente de lo que en un principio pensaba, ha entorpecido el film en ciertos momentos. La primera parte de la cinta, en la
que Katniss va descubriendo el casi macabro entorno que rodea los
Juegos desde dentro, el tembleque constante de la cámara ayuda a
reforzar los sentimientos de la protagonista, que a ratos se ve
superada por las circunstancias. Sin embargo, a la hora de adentrarse
en el estadio, el movimiento de la cámara ha resultado ser un
recurso fácil para suavizar las escenas más violentas. La secuencia
de la cornucopia, que ya de por sí es bastante buena, habría sido
perfecta con una cámara fija.
Otro de los
aciertos, sin duda, ha sido escoger a Jennifer Lawrence para el
papel. Por edad y físico, da el perfil perfectamente, y me parece
vergonzoso que se haya comentado que no está lo suficientemente
delgada para ser Katniss, cuando los Juegos del Hambre apenas duran
unos cinco días. Además, me sorprende que se pongan en duda las
dotes interpretativas de ésta y se diga que repite la interpretación
que hizo en Winter's Bone, cuando, en primer lugar, son dos
personajes bastante parecidos en esencia (adolescentes a las que la
vida no ha tratado demasiado bien y que se ven obligadas a madurar
muy rápido), y, en segundo, porque es increíble la cantidad de
matices que es capaz de darle a una sonrisa. No se me ocurre a nadie
mejor para el papel, sinceramente, y quien haya visto la vida que es
capaz de darle a un personaje tan irrelevante como el que hace en
Like Crazy sabrá que esta chica vale para actuar.
Al ser el lenguaje
audiovisual radicalmente distinto al literario, ha sido necesario
sustituir los pensamientos de Katniss con otros elementos que
reforzaran la idea de que los Juegos no son sólo un castigo, sino un
espectáculo morboso y grotesco con el que todo el capitolio se
recrea: las notas de los regalos, el equipo de realización de los
Juegos o las conversaciones de Haymitch con los patrocinadores. Estos
recursos, quizá de manera involuntaria, han hecho que el giro que da
la historia a la mitad sea más creíble y no parezca tan forzado y
facilón como en los libros. Las decisiones que el director de los
Juegos del Hambre va tomando durante el transcurso de los mismos se
justifican con hechos, y no con meras conjeturas de Katniss. Y ya de
paso, se han añadido un par de cosas del segundo libro que sirven
para dar continuidad a la historia (genial lo que respecta a Seneca
Crane, en mi opinión).
Los Juegos del Hambre
no es ninguna obra maestra, como tampoco lo eran los libros, pero sí
que es una película notablemente buena y una de las adaptaciones
mejor conseguidas que recuerdo últimamente. Los momentos álgidos
del libro siguen siendo muy emocionantes en la película, aunque
algunas de las muertes no impresionan tanto como deberían, sobre
todo por la cobardía de la cámara.
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