jueves, 5 de abril de 2012

Huesos sin chispa


Spoilers de Bones hasta el 7x07.

He de reconocer que, si algo tienen las últimas temporadas de Bones, es la capacidad para sorprenderme con un episodio inusualmente bueno de vez en cuando que me impide abandonar la serie. De hecho, los primeros episodios de esta séptima temporada, que volvió el lunes de su eterno parón, fueron así: ver a la doctora Brennan hormonada por el embarazo y dejándose llevar por sus emociones podía tener su punto en el primero, y el interno que introdujeron en el segundo episodio apuntaba maneras (aunque luego nunca más se supo), así que después del bajón que supuso su sexto año, aún había esperanzas para Bones, sobre todo dada la nueva situación sentimental aún por explorar de los protagonistas, que por fin están juntos.

Pero aunque de vez en cuando algunos diálogos y la química entre el reparto salva los episodios, la chispa que hacía destacar a los del Jeffersonian por encima de otros procedimentales ya no está, se ha esfumado. Todos sabemos que precisamente los casos importan poco en esta serie, y sus puntos fuertes siempre han sido el buen rollo que transmite y la dinámica del grupo de trabajo. Sin embargo, los crímenes que investigan últimamente carecen de interés más allá de comprobar cómo de asqueroso será el próximo cadáver, las investigaciones cada vez son más aburridas y ni siquiera los superordenadores de Angela sorprenden o logran sacarme una carcajada como antaño.

Los casos pueden no tener importancia en el concepto de la serie, pero si no causan un mínimo interés que ejerza de gancho, los episodios se pueden hacer muy cuesta arriba. Y lo peor no es que antes sí que conseguieran entretenerme durante los cuarenta minutos y ahora no siempre, sino que además las tramas personales están integradas de manera forzada y poco natural en las escenas a veces (un problema que nunca ha tenido la serie). Por otro lado, me puede interesar y mucho cómo se relacionan Booth y Brennan ahora que son conscientes de lo que sienten y van a formar una familia, pero cuando esto se reduce a dos minutos al final de los episodios acaba no compensando.

Pero, como digo, en ocasiones se acaban sacando de la manga algún episodio genial, como el que se emitió el lunes. Por primera vez en mucho tiempo, me reí a carcajadas al ver a Brennan corriendo entre los presos y a Booth persiguiéndola, me divertí viéndola histérica y amenazando con dar a luz en cuclillas en medio del campo y disfruté con la escena final en la que todos los miembros del equipo de trabajo les reciben por sorpresa para conocer al bebé. Así que de momento, he decidido aguantar hasta el final de esta temporada, que va a ser corta, a ver si nos ofrecen algún capítulo interesante más, que cuando quieren pueden. 

De lo que me doy cada vez más cuenta es de que Bones no es nada sin Brennan, que da igual cuándo y cómo, siempre resulta interesante aun después de siete temporadas. Tanto a la hora de explotar la vis cómica como de adentrarse en el drama (donde destaca especialmente), Emily Deschanel borda un personaje especialmente complejo dentro de una serie con aspiraciones tan simples como Bones. Y aunque a estas alturas, con una competencia tan feroz y la serie de capa caída, es absurdo pedir que la nominen al Emmy, cabrea que por ejemplo Mariska Hargitay tenga su plaza fija año tras año (porque en Ley y Orden siempre le reservan un episodio intensamente dramático para que se luzca) y que actrices de buen nivel que han ido construyendo un personaje poco a poco, a base de matices, sean ignoradas.

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