Que Once Upon a Time haya triunfado de la manera que lo ha hecho en la ABC, que
ha visto como sus grandes pilares (Perdidos y Mujeres
Desesperadas) decaían y estaba de capa caída, ha servido no
sólo para revitalizar a la cadena norteamericana, sino para
justificar la moda hollywoodiense que ha dejado atrás a zombis y
vampiros: los cuentos clásicos. En España, de hecho, ya se estrenó
el viernes pasado Mirror, Mirror la primera adaptación de
Blancanieves que veremos este año. De lo que la gente no parece
darse cuenta es de que Once Upon a Time también gira en torno
al cuento de Blancanieves.
No por nada Emma,
la protagonista, es la hija de ésta y el Príncipe Encantador,
destinada a salvar a los personajes del mundo de los cuentos de la
maldición a la que los ha sometido la Reina Malvada (también la del
cuento de Blancanieves): se encuentran atrapados en el mundo real. Es
la premisa de una serie que ha resultado ser mucho mejor de lo que
parecía y que ha estado durante todo el otoño en boca de todos. Por
tanto, teniendo en cuenta que la heroína y su némesis son elementos
del cuento de los siete enanitos, no debería extrañar a nadie que
Blanca y Encantador y su tira y afloja amoroso acaparen gran parte de
la trama.
Otra cosa es que
los elementos más interesantes de la historia sean otros: la serie,
paralelamente a la trama principal, está consiguiendo entrelazar las
historias de todos los personajes de cuento clásicos (entre ellos
Pepito Grillo, la Bella y la Bestia, los Siete Enanitos, Caperucita
Roja, Rumpelstiltskin, el Sombrerero Loco, el Cazador, el Hada
Madrina...) con ingenio. De hecho, quizá lo más interesante de
todos los episodios es averiguar qué vuelta de tuerca le dan a la
historia original para que encaje en el variopinto mundo de los
cuentos y además establezca paralelismos con la historia que se
desarrolla en el mundo real (en Storybrooke).
Lo malo de que Mary
Margaret (Blancanieves) y David (el príncipe) protagonicen gran parte
del metraje es que su relación, que en un principio era simplemente
empalagosa, se está volviendo cada vez más insoportable porque los
guionistas no saben cómo desarrollarla. Dan bandazos, son bipolares
y parecen recién sacados de una serie de adolescentes. Si a esto le
sumamos que David, que supuestamente es un príncipe, se ha ido
desvelando poco a poco como un personaje más bien despreciable, la relación de estos dos se vuelve más cargante por momentos. A partir de
ahí, el espectador tiene que decidir si le compensa ver la serie a pesar de esto.
Rumpelstiltskin, por
ejemplo, es un personaje muy interesante y se ha desvelado como un
“malo” mucho más efectivo que Regina (la Reina Malvada), que se
ha perdido en su propia maldad y cada vez es más plana, desaprovechando bastante las capacidades de Lana Parrilla. Y unas
historias están más conseguidas que otras, pero por ejemplo el
episodio de Caperucita Roja de hace dos semanas, además de original,
tuvo un final muy inesperado. De momento a mí me interesa lo suficiente, y
tengo curiosidad por ver qué ocurre cuando los personajes de los
cuentos empiecen a darse cuenta de quiénes son, porque la guerra
entre el bien y el mal no parece que se vaya a desatar así como así.
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