El año pasado, a última
hora de la midseason, la ABC
estrenó una comedia en el hueco que dejaba libre Happy
Endings para que aprovechara las
buenas audiencias de Modern Family.
Este espacio, en el que se han emitido otras comedias como Cougar
Town, era el que la cadena
aprovechaba para emitir sus sitcoms
más ácidas y arriesgadas, y Don't Trust the B---- in Apartment 23 no era una
excepción. Esta comedia gamberra creada por una ex guionista de
American Dad, con tan
solo siete episodios, causó cierto revuelo entre los críticos y
consiguió hacer unos números de audiencia decentes que le
permitieron renovar por una segunda temporada (lo que entonces no
sabíamos era que la ABC tenía varios episodios en la recámara que
pasarían a formar de esta nueva entrega).
Este
año, la cadena se ha dado cuenta de que es mejor colocar tras Modern
Family series de corte
más familiar que puedan aprovechar mejor el arrastre de la exitosa
sitcom, y como
consecuencia Happy Endings
y la serie que nos ocupa, Don't Trust the B---- in
Apartment 23, se quedaban
huérfanas de su madrina y abandonadas a su suerte en la noche de los
martes, todo un cementerio en la programación de ABC en el que hace
años que no funciona nada. Como era de esperar, estas dos sitcoms
no han levantado cabeza desde que volvieron el otoño pasado, y la
reacción de la cadena pasó por doblar su emisión semanal, alterar
el orden de los episodios y cargarse la continuidad de la serie hasta
llegar, en el caso de Apartment 23,
a la cancelación. Krysten Ritter y James Van Der Beek anunciaban
ayer en sus cuentas de Twitter, pocas horas después de que
supiéramos que la ABC la había retirado de la parrilla, que la
joven sitcom estaba
oficialmente cancelada. Por lo que sabemos, hay ocho episodios
grabados que se quedan sin emitir hasta nuevo aviso.
Y
la cancelación da pena porque Apartment 23 estaba
francamente bien. El poco tiempo que ha durado probablemente no la ha
convertido en la comedia favorita de nadie, pero no eramos pocos los
que la disfrutábamos mucho. La serie no hacía apenas ruido en blogs
o redes sociales porque desde el principio arrancó a un buen nivel
(y ha sabido mantenerse), y las sitcoms no
se caracterizan por una trama que dé cientos de giros que haya que
comentar. Pero a pesar de todo la echaré de menos porque la
velocidad de sus diálogos cargados de chistes, algunos bastante
bestias, siempre lograba sacarme unas carcajadas.
La
serie nos contaba cómo June (Dreama Walker) se mudaba a Nueva York
persiguiendo el trabajo de sus sueños, y a los cinco minutos del
primer episodio la empresa que la había contratado quebraba y
acababa viviendo con una estafadora. Chloe (Krysten Ritter), la bitch
a la que hace referencia el censurado título, es la estrella
absoluta de Apartment 23,
sobre todo porque en la televisión en abierto no es habitual
encontrarnos personajes carentes de escrúpulos que no sean condenados por el guión. La única que juzga duramente a Chloe es
June, cuyos principios exageradamente idealistas y obsesivos nos
impiden tomarla en serio. Sobre el papel es el ancla moral de la
serie, pero en la práctica su falta de cordura y sus histerismos
hacen que sea casi tan divertida como su compañera de piso. La
relación entre ellas dos está bastante bien conseguida, aunque por
culpa del vaivén de episodios de la ABC no nos ha llegado a quedar
claro nunca en qué punto exacto de aceptación mutua se encontraban.
Sea
como sea, el esquema de los episodios –Chloe se propone alguna
locura y June trata de hacerla entrar en razón para finalmente darse
cuenta de que su forma de ver la vida es demasiado cerrada y
aburrida– no sería nada sin la aportación de James Van Der Beek
interpretando a James Van Der Beek. Pocas estrellas son capaces de
reconocer que su carrera lleva siglos muerta y parodiarse a sí
mismos en una serie en la que ni siquiera son protagonistas (Episodes
al fin y al cabo es un vehículo
de lucimiento para Matt LeBlanc), pero el protagonista de Dawson
Crece tiene tanto sentido del
humor que no le ha supuesto ningún problema representarse a sí
mismo haciendo el ridículo en Dancing With The Stars
o desesperado por que la revista People lo
elija el “hombre vivo más sexy” en una sucesión de
intentos fracasados por relanzar su carrera.
Apartment 23
apenas tiene 17 episodios (aunque confío en que la ABC emita los que
quedan al menos como relleno en verano o fines de semana), pero son
episodios que sin duda merecen la pena. No todo en ella era perfecto
–la mayoría de los secundarios no valían un duro–, pero estoy
seguro de que, de haber tenido más tiempo para desarrollarse, habría
llegado a ser una sitcom
de referencia. Hasta la vista, Chloe.
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