No exagero al decir que Fringe es una de las series que más me ha marcado, y hasta su tercera temporada no pude ver en ella más que virtudes. Todo en ella me encantaba: los casos, los personajes, la estética y esa trama serializada tan bien desarrollada. Por eso, a pesar de que el año pasado empecé a mosquearme con la serie porque ya no tenía esa sensación de que todo estaba bien atado y los guionistas dejaban de lado la coherencia para desarrollar ciertas tramas, se lo perdoné sin pensarlo. Hay que tener en cuenta que Fringe es una serie de network y que si su trama se ha desarrollado últimamente a trompicones y en arcos muy diferenciados es porque la amenaza de la cancelación planeaba sobre ella continuamente (a partir de aquí habrá spoilers hasta el 5x07).
El problema es que
'Letters of transit' y todo lo que vino después del comentado
episodio (es decir, la quinta temporada), se siente como una decisión
argumental forzada por las circunstancias, sobre todo porque se
cargaron la esencia de los observadores como personajes para crear
esta nueva distopía. Y aunque la última temporada me está
gustando echo de menos la serie que ha sido hasta ahora, porque con
el cambio de escenario también ha perdido parte de su esencia: los
personajes y sus conflictos emocionales, que siempre han sido el
centro absoluto, siguen ahí, pero los casos ya no, y aunque muchos
no estén de acuerdo eran parte fundamental de la serie.
Normalmente, los
personajes episódicos que aparecían en Fringe tenían alma y protagonizaban una historia que llegaba a afectarnos e interesarnos
(eran casi como pequeñas películas de ciencia ficción). Ahora, la
búsqueda de las cintas, que es una chorrada bastante mal planteada, ha dado lugar a nuevos
casos en los que no nos importa nada. De hecho, de momento los
protagonistas simplemente están recogiendo cosas que no sabemos para
qué son.
Lo bueno es que
parece que poco a poco están enderezando las cosas. Que Peter se
haya convertido en un observador es el primer conflicto personal
interesante de la temporada (lo malo es que Joshua Jackson es
demasiado limitado como actor para exteriorizar el conflicto
interno), y Olivia ya está empezando a sufrirlo. Además, se
agradece que no dejen de hacer referencias al pasado (a su primer
caso, a los objetos que encontraban en la primera temporada y demás).
Personalmente, me ha hecho gracia que las puertas del “universo de
bolsillo” del sexto episodio estuvieran señaladas con los glyphs
de la serie, aunque reconozco que lo que realmente me ilusionó de ese capítulo fue la perspectiva de volver al universo alternativo.
Además, si algo
bueno ha tenido el salto es que han podido centrarse y dejar de lado
la patillera mezcla de personalidades que Walter y Olivia tenían en
la cuarta temporada y que no quedó bien resuelta (Walter no llegó a reconocer nunca a Peter como su hijo). Pero lo mejor es
que todavía hay que ver cómo reacciona Walter ante la noticia de
que Peter se ha implantado el chip de los observadores, ya que su
hijo es ahora mismo de lo poco que lo mantiene cuerdo. Promete ser
uno de los puntos álgidos de esta recta final, y puede que estos dos
últimos años la serie no haya sido a mis ojos tan perfecta como lo
era al principio, pero desde luego que me va a resultar muy duro
decirles adiós a los Bishop, Olivia, e incluso a Nina, Broyles y
Astrid, que con el tiempo a ellos también se les coge cariño. Solo quedan seis episodios.
2 comentarios:
Yo siempre diré que si queréis ver una buena distopía, poneos los Epitaphs de Dollhouse.
'Dollhouse' me llama bastante la atención por la premisa, pero me da pereza empezarla ahora que ya ha terminado. A lo mejor este verano me pongo con ella (aunque mi lista de pendientes es eterna).
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