Una de las principales
ventajas del verano para cualquier seriéfilo es que disminuye el número de series en emisión y además se dispone de más tiempo libre,
lo que permite ponerse al día con series que no tuvimos tiempo de
ver en “temporada alta”. Sin embargo, hay series que dan incluso
más pereza con el calor estival, así que la ventaja de estar,
además, sin conexión a Internet, es que si sólo tienes descargados
episodios de Mad Men con sus
correspondientes subtítulos, en los ratos muertos no te queda otra
que ver Mad Men. Y eso
es lo que he hecho esta última semana, descubriendo que la
acalamadísima obra de Matthew Weiner me encanta y ya no es la serie
cuyas dos primeras temporadas vi casi por obligación. ¿Que por qué
me gusta tanto? Por varios motivos:
La
publicidad: Es
verdad que a mí el mundillo de la publicidad me interesa bastante,
pero creo que no hay que ser un gran fan del tema para que las
discusiones de Don con su equipo de trabajo resulten curiosas. Ver
cómo se idean eslóganes, cómo se sacan conclusiones de los grupos
de discusión, etc. es muy interesante, sobre todo en una época en
la que la publicidad era mucho menos sutil e influir en la conducta
de los consumidores parecía mucho más fácil.
El
matrimonio Draper: Uno
de los pilares fundamentales a lo largo de las tres primeras
temporadas es la relación entre Don Draper y su mujer, Betty. Tan
imperfectos, tan egoístas, que casi parece que estén hechos el uno
para el otro (aunque si me preguntáis, Betty me merece más respeto
que Don). El caso es que esa sucesión de infidelidades, rencores,
recelos, discusiones y momentos felices resulta fascinante y
perturbadora a la vez, y es uno de los motivos que me movieron a
seguir con Mad Men
en un principio.
La
deriva de Pete Campbell: No
creo que la intención de Matthew Weiner haya sido nunca que Pete
Campbell nos caiga bien: desde el principio era un trepa despreciable
y vendería a su propia madre con tal de escalar profesionalmente.
Además, serle infiel a Alison Brie debería estar
penado por ley. Pero lo cierto es que tiene motivos para ser así: el
pobre es un desgraciado al que nunca le sale nada bien y, de pronto,
uno se da cuenta de que es uno de sus personajes favoritos y de que
quiere que le vayan bien las cosas por una vez.
El
humor:
Que una serie dramática con las aspiraciones de Mad
Men
se atreva a introducir humor en sus episodios es un punto muy a
favor: no sólo no te esperas los toques cómicos (por lo que te
hacen reír más), sino que da una mayor sensación de naturalidad
(el último episodio de The
Good Wife
fue tan grande precisamente por eso). Es cierto que en las primeras
temporadas había algún punto cómico más sutil, pero ver a Peggy
subida a la mesa de su despacho para ver qué hace Don en el de al
lado o ver cómo preparan una campaña falsa para despistar a los
competidores ha resultado ser desternillante. A todo esto hay que
sumarle los one
liners de
Roger Sterling y la incorporación de Jared Harris al reparto en la
tercera temporada (las peculiaridades de Lane Pryce también son
geniales).
El
retrato de la época: Y
toca ponerse gafapasta y obvio, pero hay que reconocer que Mad
Men refleja
muy bien cómo era la vida en los años sesenta, una época en la que
todo el mundo aparentaba ser feliz, pero escondía una profunda
depresión tras su vida de postal. No hay personajes felices en Mad
Men (y
si los hay no les dura mucho), sino que unos están más
acostumbrados que otros a las injusticias que sufren (y todo resulta mucho más fácil si eres hombre, blanco y heterosexual, claro). Lo más
interesante, por cierto, es que es un sentimiento no exclusivo de la época, sino más bien universal.
No
estoy diciendo que Mad
Men sea perfecta: a las
temporadas les cuesta unos cuantos episodios arrancar, las historias
siguen tomándose su tiempo para avanzar y me cuesta cada vez más
soportar a Don Draper, un personaje que intentan que nos caiga
simpático a pesar de sus defectos (que se pasan siempre por alto). Es un gran personaje, pero un poco de honestidad a la hora de retratarlo se agradecería. Por lo
demás, empiezo a entender los cuatro Emmys consecutivos que se ha
llevado Mad Men y, contra todo pronóstico, estoy enganchado y me lo paso muy
bien con ella.
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