Spoilers hasta el 7x10 de Dexter.
A los guionistas de Dexter ya
los tenemos calados, por desgracia. Después de siete temporadas
sigueindo un patrón casi idéntico, podemos anticipar ciertos giros
de la trama, y por supuesto sabemos al arrancar cada una de las
temporadas que los inútiles que trabajan en el departamento de
policía de Miami no sólo no van a atrapar a Dexter (compañero de
trabajo, hermano y amigo), sino que tampoco al asesino en serie de
turno, porque si no está ya descuartizado en una bolsa de basura en
el fondo del mar, lo estará en breve. Dexter Morgan no perdona, y si
al principio se justificaba asegurando que sólo mataba a aquellos
que conseguían sortear un sistema judicial lleno de vacíos legales,
ahora no tiene problemas en ocultar pruebas e investigar por su
cuenta para satisfacer su sed de sangre.
Si la
sexta temporada de Dexter fue
tan mala no fue solo porque era aburridísima y el asesino del Fin
del Mundo carecía de carisma (que también), ni por los repentinos
sentimientos de Debra (que como espectador incluso me ofendieron).
Fue vergonzosa porque se olvidaron de seguir adelante con la
evolución del protagonista, que si al principio se creía un
psicópata y justificaba las muertes con su Oscuro Pasajero, poco a
poco ha ido dándose cuenta de que es un ser humano con emociones y
sentimientos. En la sexta temporada pasaron de todo esto (tal vez
porque en la quinta habían humanizado tanto al personaje que tenían
miedo de seguir adelante) y se adentraron en reflexiones religiosas
que no acabaron de llegar a ninguna parte.
Y
ahora, en su penúltimo año, parece que la serie ha resurgido de sus
cenizas, porque gracias a la entrada en escena de Hannah McKay y al
enfrentamiento de Dexter con su hermana, él ha seguido evolucionando
en la dirección correcta. Yvonne Strahovski intepreta un personaje
sorprendentemente bien escrito (también era buena Lumen,
demostrándonos que no es que los guionistas no tengan talento para
dibujar secundarios, sino que los compañeros de trabajo de Dexter no
tienen arreglo), y consigue con su interpretación transmitir
sensualidad, peligro y fragilidad. Gracias a Hannah, Dexter acepta
sus sentimientos abiertamente, sin dudas y sin voces en off que le
den mil vueltas a lo mismo (con Rita, Lumen y Debra nunca fue tan
claro), y no hay síntoma más evidente de que nos acercamos al
final.
Bueno,
sí, que los guionistas por fin abandonaron la cobardía e hicieron
que Debra se enterara de la naturaleza de su hermano. La relación
entre ellos dos ha atravesado esta temporada diversas fases muy
rápido y sin perder la verosimilitud (desprecio, respeto, aceptación
y de nuevo desprecio), y la teniente Morgan se está perfilando como
la auténtica némesis emocional del protagonista. La presión a la
que la han sometido los guionistas últimamente es probablemente lo
más interesante de la serie llegados a este punto (Jennifer Carpenter explota su talento como nunca y se pone a la altura de
Michael C. Hall). Dexter finalmente ha salido airoso de la situación
y su hermana se ha convertido en cómplice, pero ella es la viva
imagen de la frustración entre celos, luchas internas y LaGuerta
acechando.
Que
esa es otra: LaGuerta, que siempre ha estado ahí para que la podamos
odiar a gusto, este año está a punto de descubir el pastel, y eso
sólo puede significar dos cosas: que al final de la temporada estará
dando de comer a los peces o que los guionistas van a decidir ir a
por todas y la última temporada va a ser completamente diferente a
lo que nos tienen acostumbrados. Yo, después de aquel patético final de la quinta temporada ya me espero cualquier cosa, y por eso
prefiero escribir sobre Dexter ahora
que me está pareciendo lo mejor del otoño que no dentro de dos
semanas, cuando puede que me decepcionen. Sea como sea, tienen las herramientas para despedirse por todo lo alto.
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