Después de dirigir unas
cuantas tv movies (para HBO,
por cierto) y la modesta The Damned United, de repente Tom Hooper dio el salto a primera división en Hollywood. La Academia
decidió que El Discurso del Rey
era la mejor película del 2010 y que él merecía el Oscar a mejor
director por su trabajo en ella. Acto seguido, Hooper se puso al frente de un
proyecto ambicioso donde los haya: la adaptación cinematográfica de
uno de los musicales más vistos de la historia del género, Les Misérables, que se nos ha vendido
como poco menos que la segunda venida de Jesucristo. Y, por todo
esto, me da bastante pena Tom Hooper, un director que en mi opinión
es más que competente y que tiene que luchar en todos sus trabajos contra
unas exigencias desproporcionadas que pueden acabar minando su futuro como cineasta.
Les Misérables me ha encantado, a pesar de que no es perfecta. Hugh Jackman está bastante mediocre –diría que casi roza el ridículo– como centro absoluto de la película (y por lo que leo por ahí soy prácticamente el único al que le ha dejado frío), los papeles de Sacha Baron Cohen y Helena Bonham Carter no empastan muy bien con el resto (aunque a mí me han hecho bastante gracia), la relación entre Marius y Cosette está construida sobre la nada (gajes del género, supongo), algunos números musicales no tienen la fuerza que deberían (el “Look down” con el que arranca es el mejor ejemplo de ello) y la recta final se hace quizá un poco larga. Lo comento en primer lugar para dejar claro que no estoy ciego, aunque sí es cierto que tiendo siempre a pasar por alto los aspectos negativos de las cintas que me gustan.
Y
Hooper, al que se ha criticado duramente por su trabajo en Les
Misérables, es en primer lugar un gran director de actores, como ya demostró en El
Discurso del Rey. Anne Hathaway
y su primer plano interpretando “I dreamed a dream” son
probablemente el punto álgido de la película. Había mucho revuelo en torno a su interpretación,
que ya se antojaba alucinante desde el primer tráiler, pero faltaba
ver si superaba las expectativas generadas, y verdaderamente lo hace.
Cada minuto que Hathaway sale en pantalla (que son pocos, la verdad)
lo aprovecha para mostrar un abanico interminable de registros que
dan matices de sobra a la desesperación de Fantine. Sin embargo, no
es la única que brilla. Samantha Barks, con un papel aún más
secundario si cabe, se convierte en toda una robaescenas, logrando
que su personaje nos importe bastante más que Cosette (Amanda Seyfried está simplemente correcta). La actriz lo da todo en “On
my own” y vocalmente pasa muy por encima de Seyfried y Redmayne
(otro que está más que bien) en “A heart full of love”. Pero la
verdadera sorpresa es Russell Crowe. El neozelandés no solo da la
talla a nivel vocal (no hay más que verlo en “Stars”), sino que
impone con su presencia y deja en ridículo a Jackman interpretando
con soltura a Javert y dándole aún más capas de las que el
personaje realmente tiene.
La decisión de rodar en una constante sucesión de primeros planos tiene mucho sentido si tenemos en cuenta que la fuerza de Les Misérables radica en las voces en directo. Rodar un musical de esta manera requiere muchísimo esfuerzo, y este trabajo precisamente se ve recompensado con la autenticidad de las interpretaciones, algo demasiado jugoso (y más cuando tienes a tanto actor eficiente) como para no aprovecharlo al máximo. Se nos cuenta la historia de un grupo de personas que lidian con una trágica existencia, por lo que me parece el modo más apropiado de llevarlo a cabo (y, por cierto, a nivel de encuadre estos planos cortos no son nada convencionales). Puede que no se aprovechen tanto los escenarios como podría haberse hecho, pero también es justo por eso por lo que el gran plano general de “Do you hear the people sing?” causa tanta impresión. En contraste con el resto de la película, el estallido de la rebelión deja respirar al espectador y transmite la épica propia del momento, sirviendo de broche final (e impulso a mitad de camino) y clavando Les Misérables en la memoria de todo aquel que se ponga a verla.
La
película no es perfecta (había demasiado hype como
para que no decepcionara en ciertos aspectos) y Tom Hooper no es el
mejor director de su tiempo, pero en mi opinión supera el reto con
éxito. Como dato, es la primera vez que veo a la gente aplaudir en
una sala de cine.
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