Antes de que Woody Allen estrenase el
año pasado la excelente Midnight in Paris,
que enamoró al público (y a la crítica) y le valió un Oscar al
mejor guión original, se había dedicado a hacer películas menos
ambiciosas. Si la cosa funciona,
Vicky Cristina Barcelona,
Conocerás al hombre de tus sueños
o Scoop eran comedias
(más o menos románticas) impregnadas del personal estilo del
director, que no corrían grandes riesgos pero tampoco suponían un
bajón de calidad considerable en relación al resto de su carrera.
Eran divertidas y estaban hechas para gustar sobre todo a los fans de
Allen. Y, lejos de la grandilocuencia de su viaje por París el año
pasado, estaba claro que A Roma con amor
iba a ser una comedia más estándar, que no por ello mala. Por eso,
los palos que ha recibido me parecen desproporcionados.
La
película nos cuenta cuatro historias paralelas que se desarrollan en
la ciudad de Roma, y su principal atractivo era que el director se
ponía de nuevo delante de las cámaras para interpretar a una nueva
versión de sí mismo. Y eso, sea cual sea el nivel de la película,
nunca falla: Woody Allen está divertidísimo en A Roma con
amor (y por suerte también se
le ve bien de salud). Es el humor, de hecho, el punto fuerte de la
película, que es intencionadamente surrealista (en el sentido
literal de la palabra, no en el que utilizamos a menudo para
referirnos a las comedias). Obviamente, se le pueden poner pegas: el
mensaje que intenta transmitir la historia de Roberto Begnini es tan
sutil como una estampida de elefantes, la mezcla de las historias
resulta un poco caótica a ratos y el montaje no está muy bien
conseguido porque no todas las historias transcurren en el mismo
periodo de tiempo. Sin embargo, el personaje de Ellen Page, por
ejemplo, es irritante pero muy real, y demuestra que la genialidad no
deja de brotar de la mente del cineasta.
A Roma con amor
nos habla de la banalidad de la fama, la importancia de la infidelidad, el pseudo intelectualismo, las ensoñaciones y el miedo a la muerte, y sobre todo gustará a los fans del director, mientras que los que no le tienen en
especial estima probablemente acabarán odiándola. A mí me pareció
bastante recomendable, de todas formas.
La cabaña del bosque
es, a su modo, también una comedia. Se ha podido leer y oír mucho
en Internet sobre esta original propuesta de “terror”, de la que
es mejor no saber mucho antes de verla. Sinceramente me esperaba una
parodia del género al estilo de lo que hicieron Bienvenidos
a Zombieland, Attack
the Block, o la saga Scream
con los zombis, las invasiones extraterrestres o los slashers respectivamente,
pero eso solo ocurre durante la primera mitad de la película, que se
burla de los topicos de manera descarada (y que también tiene un par
de momentos bastante frívolos que me sentaron mal).
Pero
lo que ha hecho que se hable tanto de la primera película de Drew Goddard como director (aparte de que Joss Whedon
participara en el guión) es que con el paso de los minutos se va
volviendo cada vez más excesiva, suiendo el tramo final en un
estallido de genialidad que, personalmente superó mis expectativas.
Evidentemente no da miedo pese al baño de sangre, pero no podemos
criticarla por eso, pues ni siquiera creo que lo pretenda (la forma
en que aparecen los títulos de crédito es toda una declaración de
intenciones). Se pueden decir muchas cosas de La cabaña
del bosque, pero lo que está
claro es que no es una película olvidable.
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