Soy un espectador fácil, y cada vez me doy más cuenta de ello. Por si la cantidad de series que sigo a la semana no fuese ya una prueba matemática de esto, últimamente ciertos detalles en las series que sigo me han hecho darme cuenta de que da igual lo previsibles, forzadas o facilonas que puedan llegar a ser de vez en cuando, que disfruto como un enano cuando lo son.
(Spoilers hasta el 2x09) En los últimos episodios emitidos de
Girls, el personaje de Hannah
no atraviesa por un buen momento. Se encuentra completamente sola y,
además, ha aflorado en ella un trastorno obsesivo compulsivo que
muchos han tachado de innecesario. Probablemente lo sea, y había
métodos más sutiles para mostrarnos su sentimiento de abandono,
pero funciona, igual que funcionó esa llamada telefónica que
intercambiaron ella y Marnie. Y es que Girls lleva
varias semanas doliendo de lo cercana que es (y todo esto sin dejar
de ser una comedia).
Muchos
no lo entenderán, pero estoy poniéndome al día con
Elementary y pasándomelo realmente bien con ella. La
adaptación (muy) libre de las novelas de Conan Doyle puede haberse subido
al carro del éxito de Sherlock,
pero no tiene nada que ver con ésta y las comparaciones se hacen
cansinas. Elementary es
una nueva Castle,
aunque bastante mejor. Los casos no están mal, y me gusta lo cuidada
que está la fotografía, pero si por algo sigo con ella es por la
relación entre Sherlock y Joan. Jonny Lee Miller y Lucy Liu están
geniales en sus papeles y, aunque ya sabemos el camino que tarde o
temprano recorrerán, los pequeños momentos que comparten en los
episodios ya hacen que el resto merezca la pena.
Tres
cuartos de lo mismo me pasa con The Americans,
aunque esta está varios peldaños por encima. En mi opinión, el
mejor estreno de lo que llevamos de temporada. Puede que las tramas
no sean todo lo tensas que podrían (aunque el sexto episodio mejoró
mucho en ese aspecto y esperemos que sigan por ahí), pero la trama
familiar está francamente bien, y Matthew Rhys y Keri Russell
también. La relación de desconfianza doméstica y diaria de este
falso matrimonio de espías encubiertos está dejando grandes
momentos, pese a que muchos sean de manual.
Matthew Perry está
insoportable en Go On a ratos, en eso estamos de acuerdo, pero
la serie de este grupo de autoayuda es tan entrañable que soy
incapaz de dejarla. Y es cierto que no siempre es carcajeante (casi
nunca, de hecho) y que algunos personajes son lamentables, pero se
ponen en grupo a hacer cualquier idiotez y me tienen ganado. Además, las apariciones de Lauren Graham y
(próximamente) de Courteney Cox, más por lo que significan que por
cómo las llevan a cabo, son también ejemplos de esos momentos
facilones que me ganan como espectador.
Los personajes de
Glee han dado tantas vueltas sobre sí mismos que poco sentido
se puede esperar ya de ella -¡como si alguna vez lo hubiera
tenido!-, pero aparte de la locura que es en sí misma tiene números
musicales geniales que no aportan nada a la trama pero son
entretenidos de ver. No se puede decir lo mismo de Smash, que
llegó el año pasado prometiendo ser buena y no lo fue, pero que al
menos era muy risible. Ahora simplemente es un coñazo.
Y ejemplos de
series que no tienen el mejor guión del mundo pero lo compensan a
base de momentazos hay muchos más. Homeland y Dexter,
por ejemplo, pero de esas no voy a volver a hablar para no repetirme.
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