Me gusta que Hannibal exista
no sólo por lo mucho que la disfruto, sino también porque demuestra un
par de cosas. La primera, que dentro de las limitaciones de las
networks se
pueden seguir haciendo series de calidad que no sólo apuesten por la
complejidad y la calidad, sino que además la compaginen con puro
entretenimiento. La segunda, que NBC es una network
que todos los años lanza un producto que cumple lo anterior, aunque muchas veces —Kings,
Awake—
no le salga demasiado bien. Su enorme debacle en audiencias es motivo
de burla constante en Twitter, pero pocos le reconocen que sus
comedias, por ejemplo, son de lo mejor de la parrilla norteamericana.
Y
Hannibal,
con sólo una temporada, ya se ha convertido en la mejor en varios
aspectos: es la mejor dirigida, tiene la mejor fotografía (con
perdón de Rectify),
el mejor uso de la música y la atmósfera mejor conseguida. Pero no
sólo son técnicas sus virtudes: es retorcida como pocas, sus toques
de humor negro son muy divertidos y las interpretaciones de Hugh Dancy (que transmite perfectamente la fragilidad de Will Graham desde
el minuto uno) y Mads Mikkelsen (al que su físico le viene como
anillo al dedo para interpretar al doctor Lecter) son soberbias.
Tardó
muy poco en pulirse, y en estos trece episodios hemos asistido a un
juego psicológico y de identidades ocultas en el que Hannibal
engañaba a todos y cada uno de los personajes de la serie, pero también a
nosotros. Como espectadores conscientes de que los banquetes del doctor
Lecter están hechos de carne humana, creíamos ir un paso por
delante de Jack Crawford —un odioso Laurence Fishburne— y Alana
Bloom —un personaje del que no habría estado mal saber un poco
más. Sin embargo, en los dos últimos episodios descubrimos que
Hannibal ha estado jugando con nosotros. La season
finale
destapa las cartas que quedaban boca abajo mientras el espectador no
para de pensar “¡qué hijo de puta!” y se lamenta impotente al
ver que falta un año para saber cómo va a continuar esto.
No
está exenta de fallos, de todos modos. Hay episodios de Hannibal
que carecen de ritmo. Los casos procedimentales, que deben servir
para que el espectador tenga una sensación de avance aunque la trama
siga cociéndose lentamente (Fringe, Justified,
Elementary o The good wife
serían buenos ejemplos), en Hannibal
estorban.
A lo largo de la primera temporada, sólo han sido verdaderamente
interesantes tres: el farmacéutico que cultivaba champiñones, Molly
Shannon como una espeluznante “madre adoptiva” y el fabricante de
violines. Los demás, más allá de la impresión que puedan causar
al principio (ese tótem humano) o de los auto-homenajes de Bryan
Fuller (Tan
muertos como yo)
no aportaban mucho, y más que nada dejaban en evidencia la “empatía”
de Will, prácticamente un superpoder
que desentona en una serie que el resto del tiempo es realista.
Entre
los secundarios, el equipo de forenses no pinta nada (el personaje de
Hettiene Park parece que va a ser relevante pero nunca pasa de las
tres frases por capítulo), pero otros (otras, en realidad) mucho
menos presentes tienen más, valga la redundancia, presencia y entidad. Pienso, por
ejemplo, en la elegante psicóloga de Lecter a la que interpreta
Gillian Anderson (que probablemente grabó todas sus escenas en una
tarde que tenía libre y no volvió por allí) o en la genial Freddie
Lounds (está hecha para que la odiemos, pero no puedo ser más fan
de sus maquinaciones). Aunque la estrella de la serie, con perdón de
los protagonistas, ha sido Abigail Hobbs: Kacey Rohl ha conseguido
resultar perturbadora y que al mismo tiempo queramos abrazarla y
decirle que todo va a salir bien, algo que no resulta nada fácil.
Hannibal,
con sus fallos, ha tenido una primera temporada más que notable, con
unos personajes interesantes, una atmósfera opresiva que no llegaba
a atosigar gracias a los toques de humor negro del guión y un cierre
perfecto, que da sentido al camino recorrido.
3 comentarios:
Muy buena critica estoy deacuerdo en todo :)
besos
¡Muchas gracias!
Un crítica que si vale la pena ser leído, no como muchos otros que sólo encuentran el error y los puntos débiles en las series para luego atacarlos. Me ha gustado la crítica. Aplausos!
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