domingo, 27 de enero de 2013

Pereza y tedio en los Hamptons

Hay series a las que se les puede perdonar que en momentos puntuales sean aburridas, pues lo compensan siendo estimulantes o interesantes en otro sentido; también se pueden tolerar un par de episodios de transición si las tramas que están planteando para el futuro son prometedoras, pero nada de esto está ocurriendo con Revenge en su segunda temporada. El más que digno serial de prime time que Mike E. Kelley creó para la ABC el año pasado empieza a dar graves síntomas de agotamiento, y lo más triste es que parece que el propio creador no es consciente de los errores que está cometiendo. (Spoilers de aquí en adelante)

Después del éxito que fue su primera temporada, Revenge decidió dar un giro a la trama y abrir las fronteras de la venganza de Amanda Clarke. Los Grayson no eran los únicos responsables de la muerte de su padre, sino que era la Iniciativa, una organización de la que sabemos muy poco a pesar de que los episodios van pasando, quien controlaba cada paso que éstos iban dando. Introducir esta conspiración en la trama era arriesgado, y la serie no ha salido airosa. No nos quedan claras las motivaciones de la Iniciativa ni exactamente cómo influyó en la muerte de David Clarke, por lo que hasta el momento simplemente ha servido de excusa para que los Grayson no se den cuenta de que es Amanda quien está boicoteándoles constantemente.

Casi sin que nos demos cuenta, Revenge ha pasado de ser una serie de intrigas palaciegas en la era moderna –con asesinatos, manipulaciones y el siempre divertido empeño de Amanda por destruir la vida de la gente que le había arruinado la infancia– a tratar sobre una serie de empresas que tratan de absorberse unas a otras sin que nos importe como espectadores cuál sobrevive. Nolan Corp ha aparecido casi de la nada, pero la faceta del fiel escudero de la protagonista como magnate de la tecnología no puede ser más tediosa, y más ahora que su interés romántico ha resultado formar parte también de la Iniciativa.

Daniel Grayson era en la primera temporada un completo estúpido que no se daba cuenta de nada de lo que ocurría a su alrededor, y de la noche a la mañana se ha convertido en un astuto hombre de negocios que ha conseguido robarle la empresa a su padre y cerrar todos los acuerdos que se ha propuesto a pesar de que su madre ha intentado impedirlo por su seguridad (la Iniciativa, ya se sabe). No hay quien se lo crea. Si al menos el personaje nos cayera simpático, podría preocuparnos que esté en peligro, pero ya se empeñaron los guionistas en hacernos ver que no era mucho mejor que sus padres.

Y si Daniel carece de carisma, peores aún son los habitantes del bar de mala muerte por excelencia de los Hamptons. Siempre han sido un engorro en la serie, y esta temporada, además de arrastrar a Charlotte –que empezaba a despuntar como personaje– a su infierno de la indiferencia, están siendo acosados por un par de enemigos de su padre que buscan venganza desde dentro y que probablemente cuenten con el apoyo de todos los espectadores de la serie. Cuanto antes acaben con ellos, antes dejaremos de escuchar las penas de esa panda de insoportables.

En definitiva, lo único que sigue funcionando en Revenge es lo que se ha mantenido intacto desde la primera temporada: los cruces de miradas entre Emily VanCamp y Madeleine Stowe, las venganzas episódicas que acaban con un rotulador rojo tachando una foto o la amistad de Amanda y Nolan. ¡Ni siquiera nos cuelan algún cliffhanger al final de los capítulos que nos haga querer ver el siguiente! De hecho, si la protagonista no fuese tan adorable a su manera, probablemente no seguiría con ella, porque no tiene pinta de que la cosa vaya a mejorar en un futuro próximo. Kelley parece estar satisfecho con el resultado y creer que este pseudo thriller en el que se ha convertido Revenge es interesante, pero no hay más que mirar los datos de audiencia para comprobar que los espectadores no están respondiendo muy bien. Y el problema de Revenge es que, si es aburrida, no hay en ella mucho más que rascar.

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