lunes, 25 de noviembre de 2013

Adolescentes "insoportables"


Un elemento clave para poder seguir una serie, al menos en mi caso, es poder identificarme con los personajes, y que los guiones me hagan creer que, en una situación parecida, acabaría actuando de la misma manera. Me pueden parecer cuestionables algunos comportamientos de Pete Campbell o Skyler White, pero teniendo en cuenta el contexto en el que se mueven y los palos recibidos, no puedo evitar pensar que podría llegar a sus extremos. De todo esto, lo sorprendente es que la audiencia sea capaz de ponerse de lado de personajes como Heisenberg o Don Draper pero no sea capaz de hacerlo en el lugar de un adolescente.

Dos series tan diferentes como Awkward y Homeland se podría decir que tienen a las dos adolescentes, en teoría, más insoportables de la televisión americana: Jenna Hamilton y Dana Brody. Ambas son egoístas y rara vez piensan en los demás, no suelen darse cuenta de que están actuando así y siempre tienen una buena excusa para reafirmarse en sus acciones; son quejicas, la mayor parte del metraje de sus respectivas series se lo pasan lloriqueando y en más de una ocasión lo único que nos apetece es darles una bofetada y que se callen.

En mi caso, reconozco que me pasa sobre todo con Jenna. La protagonista de Awkward nunca ha sido el personaje más simpático de la serie, y juega un papel muy poco ventajoso: narra en primera persona y en tono casi melodramático una de las comedias más ácidas de la televisión. Los personajes secundarios brillan por encima de ella (Sadie me provoca ella sola más carcajadas que el resto de comedias del momento), mientras que su voz en off nos atormenta constantemente con unos dramas que sólo son interesantes para ella misma.

Y Jenna Hamilton es un personaje coherente, con una evolución comprensible y cuyas acciones se pueden justificar casi siempre, incluso en este tramo de la serie en el que ella está absolutamente cegada y no tiene reparos en tratar con desprecio a todo el mundo. Puedo entender por qué ha llegado a ese punto, y nunca diré que es un mal personaje, pero eso no significa que me sienta cómodo viendo la serie desde su punto de vista (un punto de vista altivo y a ratos hipócrita con el que tenemos que empatizar). A veces pienso que Awkward sería una serie mucho mejor sin ella, pero si hemos llegado al punto en que tenemos una gran comedia con unos secundarios tan brillantes es porque nos está contando su historia. Sin Jenna, la comedia de MTV podría ser un caos que se fuera de madre a la primera de cambio.

Pero mientras a Jenna simplemente la comprendo y la tolero, Dana Brody me parece por su lado uno de los personajes más interesantes de Homeland. La serie ha llegado a un punto en el que la presencia de Brody me sobra, pero la subtrama protagonizada por su familia puede ser lo más positivo que está dando esta temporada. Sigo sufriendo con Carrie y Saul como el que más, pero sería de necios no reconocer que su trama (la principal) tiene elementos muy patilleros (el cajón de Carrie, ejem). En cambio, ver cómo afecta a una familia el enterarse de que uno de sus integrantes era un terrorista me parece algo muy interesante y muy poco manido.

Los Brody se han convertido en una lacra social y están pagando por los errores del sargento. Por eso, es perfectamente lógico que Dana actúe como lo hace después de que su vida entera se desmorone. Es verosímil que un amor adolescente sea uno de los pocos motivos que la aferran a la vida, por demencial que sea visto desde fuera, y también es perfectamente natural que tras sentir que la vida se ha cebado con ella vengan de la mano otros pensamientos y comportamientos caprichosos propios de la edad. Y, mientras que entiendo que a mucha gente esta trama le aburra (no es en absoluto mi caso), no me parece un defecto de Homeland ni algo que la serie esté llevando mal.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Comedias que sobreviven

Modern Family es la comedia que toda cadena querría tener. No sólo cosecha cada semana unas audiencias bestiales, sino que además no para de recoger premios año tras año. Por eso, desde que se estrenó (y hace ya cuatro años) las networks americanas han tratado por todos los medios de emular su fórmula, casi nunca con éxito. El público no parece demandar más comedias familiares fuera del bloque de los miércoles de la ABC (donde también está la discreta pero eficiente The Middle), y mientras series como Raising Hope luchan desesperadamente por sobrevivir, los éxitos que han venido después (New Girl, 2 Broke Girls, etc) no han sido sitcoms de corte familiar.

Sin embargo, no se ha notado nunca tanto como este año (al comprobar que el éxito de los Dunphy es perenne) la desesperación por imitarla. La programación se ha llenado de familias disfuncionales: además de la ya cancelada Welcome To The Family, sobre dos familias de mundos distintos unidas por un embarazo adolescente (los chistes eran tan originales como su premisa), en la noche de la NBC han aparecido Sean Saves The World, una comedia multicámara al estilo de los noventa en la que un homosexual divorciado debe hacerse cargo de su hija de 15 años, y The Michael J. Fox Show, que a pesar de estar centrada en un alter ego del carismático actor y hacer chistes sobre su Parkinson no deja de ser una sitcom familiar muy clásica. CBS y Fox han estrenado, respectivamente, Mom y Dads, que con olor a rancio se centran en la relación de hijos adultos con sus progenitores. En la propia ABC hemos podido ver The Goldbergs, que está ambientada en los 80 y por momentos parece estar también rodada en aquella época, y la casposa Back In The Game, en la que una madre soltera tiene que volver a vivir con su padre y acaba entrenando al equipo de béisbol de su hijo. Nada destacable en medio de esta avalancha. O nada si no fuera por Trophy Wife.


Trophy Wife fue muy mal recibida por la crítica gracias a un piloto que no acababa de hacer clic. La mayoría de bromas no funcionaban y se notaba que no es que los guionistas quisieran solamente presentar a los personajes, sino que intentaban ser graciosos y no les acababa de salir bien. Sin embargo, no es la primera vez que esto pasa en una comedia: yo no me reí con el piloto de Parks and Recreation y tampoco con el de Cougar Town (aunque lo intentaban) y a estas alturas son imprescindibles. Pasado esto por alto, Trophy Wife tenía dos virtudes: 1) está bien rodada, y es de las pocas novatas que parece de este siglo; 2) tiene un reparto con química capitaneado por Malin Ackerman, que está muy simpática, y con Bradley Whitford, Michaela Watkins y Marcia Gay Harden como secundarios de lujo.


Y, como los episodios se dejan ver, conforme avanza (ha emitido seis hasta la fecha) se le van viendo otras virtudes. Trophy Wife se centra en cómo una chica joven se casa con un hombre bastante mayor que ella y acaba teniendo que lidiar con tres hijastros y dos ex mujeres, y se agradece que sepan hacer comedia sin que ninguna de ellas sea odiosa. Las interacciones entre el reparto son muy naturales, y en su corta trayectoria ya ha dejado dos o tres escenas desternillantes, casi todas gracias a Diane (Gay Harden), la primera mujer de Pete, que de tan obsesiva y manipuladora sobrepasa a Bree Van de Kamp y roza la sociopatía. La forma que tiene de castigar a sus hijos o de conseguir que su ex marido haga lo que quiera brilla en una comedia que aún dista de ser perfecta pero cumple.



La otra sorpresa (no tan sorprendente) de la temporada viene de la mano de los creadores de Parks and Recreation. Tenía ganas de ver una comedia ambientada en una comisaría, y que encima tuviera a Michael Schur y Daniel J. Goor detrás de las cámaras convertía automáticamente a Brooklyn Nine-Nine en mi estreno más esperado de la temporada, aunque con cierta cautela viendo lo que Parks tardó en despegar. No me ha decepcionado, pues desde el piloto me hizo gracia, y aunque tiene algunos personajes que siguen el mismo arquetipo que otros de la serie de Leslie Knope, la mayoría son originales, empezando por el protagonista.

Andy Samberg, que de momento no satura pero puede que pronto lo haga, interpreta Jake Peralta, un detective eficaz en su trabajo pero con un comportamiento infantil en la oficina y un alto nivel de egocentrismo. Ni es torpe y altruísta como Leslie ni un incompetente como Michael Scott (es inevitable comparar Brooklyn 99 con The Office también). Sin embargo, si estos dos acababan siendo entrañables a pesar de sus defectos, puede que Peralta no logre esa conexión con el espectador y a largo plazo sea un problema. Mientras tanto, la robaescenas de la serie es Gina (interpretada por Chelsea Peretti, guionista de grandes episodios de Parks), una peculiar secretaria metomentodo, loca y a ratos bastante cruel que no tendrá placa pero puede ser mucho más badass que los mismos policías.


Así que, a fin de cuentas, ni tan mala ha sido la cosecha. Ninguna de estas dos comedias está haciendo audiencias demasiado buenas pero al menos las dos han recibido ya encargo de temporada completa. Eso sí, el año pasado por estas fechas destaqué Go On y Ben and Kate como las dos mejores comedias de estreno y a la vista está como acabaron. Esperemos que la situación no se repita.