Aparte de tener spoilers de The Good Wife, esta entrada comenta detalles del final de la tercera temporada de Mad Men.
En el final de la tercera temporada de
Mad Men, los protagonistas de la serie decidieron adoptar una
medida desesperada como respuesta a la grave situación que
atravesaba su empresa actual, a punto de ser absorbida. Como
consecuencia, surgió Sterling Cooper Draper Pryce, con unas oficinas
más elegantes y llamativas, que servían para darle un aire fresco a
la serie y hacerla al mismo tiempo más acorde a la nueva década en
la que se adentraban. Dado que todos los personajes importantes de la
serie se encontraban en el mismo bando, el paso que dieron no generó ningún un conflicto dramático. Sobre todo en una cultura tan emprendedora como la
norteamericana, una decisión de este tipo es un martes, y en Mad Men acabó siendo la solución a un problema y no un problema en sí mismo para nadie.
Y voy a hacer una comparación injusta,
porque con la misma situación las dos series pretendían cosas
distintas, pero con su quinta temporada The Good Wife ha
arriesgado más que el mismísimo Matthew Weiner. Más que ninguna
serie en antena, en realidad (solo hace falta ver cómo en Homeland
la relación entre Saul y Carrie es intocable). Porque la maniobra
que el matrimonio King tiene entre manos, que ha estallado en este
quinto episodio y que es un indudable punto de inflexión en la
trayectoria de la serie, causa miedo y expectación. “Hitting The
Fan” (5.05) ha sido un magistral episodio de televisión, y el
adelanto que acompaña al final nos anticipa una temporada cargada de
turbulencias que no puede resultar más apetecible. Pero, por otro
lado, la relación entre algunos personajes parece haber quedado
destrozada para siempre.
No es
tan habitual que una serie de televisión destruya la cómoda
estabilidad en la que se encuentra. La “traición” de Cary y
Alicia no era necesaria y The Good Wife
podría haber seguido siendo una muy buena serie sin renunciar (al menos a
corto plazo) al tira y afloja entre Will y Alicia, a la relación de
respeto mutuo de ésta con Diane, a los chupitos después
del trabajo con Kalinda y, en definitiva, a las que han sido sus señas de identidad hasta ahora. Pero precisamente romper estas constantes es lo que la acerca aún más a la excelencia. De pronto, la serie se
ha convertido en una guerra, y pierda quien pierda, nosotros ganamos
(en emoción, en intensidad), pero también sufrimos. Por más que
sepamos que no es justo que Will les acuse de robar clientes, no deja
de ser cierto que no han jugado del todo limpio, y todos en su lugar
pensaríamos que Alicia ha sido una desagradecida.
Pero
ahí precisamente radica la grandeza de The Good Wife.
No importa que para el espectador no sea agradable ver a Will y Diane
discutir, o ver cómo Alicia es arrastrada fuera de las oficinas de
Lockhart & Gardner, porque si el relato y la coherencia interna
de los personajes así lo demanda, va a suceder. Y lo que es más
importante, un trámite empresarial puede ser, según como se narre,
eso, un mero trámite, o convertirse en una fuente de tensión
dramática que acelera el pulso del espectador. En The Good
Wife es lo segundo, por si
alguien lo dudaba, y lograr ser trascendente sin resultar forzada ni
parecer pretenciosa es tremendamente difícil. Que el
cinismo imperante sirva para hacer humor y no para dotar a la serie
de una atmósfera turbia (como pasa en House of Cards,
por ejemplo) tiene buena parte del mérito.
En
resumen, que los King escriben con pluma de oro. Las series sufren un
inevitable desgaste con el paso de los años, y llevo cinco años
temiendo que The Good Wife
llegue a ese punto, ese momento en el que no roce la perfección por
los pelos cada semana. Nunca pasa. Y por lo visto en el avance, no va a pasar a
corto plazo. Así que me quito el imaginary hat
mientras espero ansioso al lunes que viene. Y que los cimientos nuevos que están construyendo sostengan muchos lunes más. Bravo otra vez.