martes, 29 de octubre de 2013

Cambiando los cimientos

Aparte de tener spoilers de The Good Wife, esta entrada comenta detalles del final de la tercera temporada de Mad Men.

En el final de la tercera temporada de Mad Men, los protagonistas de la serie decidieron adoptar una medida desesperada como respuesta a la grave situación que atravesaba su empresa actual, a punto de ser absorbida. Como consecuencia, surgió Sterling Cooper Draper Pryce, con unas oficinas más elegantes y llamativas, que servían para darle un aire fresco a la serie y hacerla al mismo tiempo más acorde a la nueva década en la que se adentraban. Dado que todos los personajes importantes de la serie se encontraban en el mismo bando, el paso que dieron no generó ningún un conflicto dramático. Sobre todo en una cultura tan emprendedora como la norteamericana, una decisión de este tipo es un martes, y en Mad Men acabó siendo la solución a un problema y no un problema en sí mismo para nadie.

Y voy a hacer una comparación injusta, porque con la misma situación las dos series pretendían cosas distintas, pero con su quinta temporada The Good Wife ha arriesgado más que el mismísimo Matthew Weiner. Más que ninguna serie en antena, en realidad (solo hace falta ver cómo en Homeland la relación entre Saul y Carrie es intocable). Porque la maniobra que el matrimonio King tiene entre manos, que ha estallado en este quinto episodio y que es un indudable punto de inflexión en la trayectoria de la serie, causa miedo y expectación. “Hitting The Fan” (5.05) ha sido un magistral episodio de televisión, y el adelanto que acompaña al final nos anticipa una temporada cargada de turbulencias que no puede resultar más apetecible. Pero, por otro lado, la relación entre algunos personajes parece haber quedado destrozada para siempre.

No es tan habitual que una serie de televisión destruya la cómoda estabilidad en la que se encuentra. La “traición” de Cary y Alicia no era necesaria y The Good Wife podría haber seguido siendo una muy buena serie sin renunciar (al menos a corto plazo) al tira y afloja entre Will y Alicia, a la relación de respeto mutuo de ésta con Diane, a los chupitos después del trabajo con Kalinda y, en definitiva, a las que han sido sus señas de identidad hasta ahora. Pero precisamente romper estas constantes es lo que la acerca aún más a la excelencia. De pronto, la serie se ha convertido en una guerra, y pierda quien pierda, nosotros ganamos (en emoción, en intensidad), pero también sufrimos. Por más que sepamos que no es justo que Will les acuse de robar clientes, no deja de ser cierto que no han jugado del todo limpio, y todos en su lugar pensaríamos que Alicia ha sido una desagradecida.

Pero ahí precisamente radica la grandeza de The Good Wife. No importa que para el espectador no sea agradable ver a Will y Diane discutir, o ver cómo Alicia es arrastrada fuera de las oficinas de Lockhart & Gardner, porque si el relato y la coherencia interna de los personajes así lo demanda, va a suceder. Y lo que es más importante, un trámite empresarial puede ser, según como se narre, eso, un mero trámite, o convertirse en una fuente de tensión dramática que acelera el pulso del espectador. En The Good Wife es lo segundo, por si alguien lo dudaba, y lograr ser trascendente sin resultar forzada ni parecer pretenciosa es tremendamente difícil. Que el cinismo imperante sirva para hacer humor y no para dotar a la serie de una atmósfera turbia (como pasa en House of Cards, por ejemplo) tiene buena parte del mérito.


En resumen, que los King escriben con pluma de oro. Las series sufren un inevitable desgaste con el paso de los años, y llevo cinco años temiendo que The Good Wife llegue a ese punto, ese momento en el que no roce la perfección por los pelos cada semana. Nunca pasa. Y por lo visto en el avance, no va a pasar a corto plazo. Así que me quito el imaginary hat mientras espero ansioso al lunes que viene. Y que los cimientos nuevos que están construyendo sostengan muchos lunes más. Bravo otra vez.