viernes, 25 de mayo de 2012

La venganza, mejor caliente


Cuando Amanda Clarke tenía cinco años, su padre fue culpado de un delito que no cometió y por el que fue a la cárcel, donde lo asesinaron. Años más tarde, Amanda decidió adoptar una nueva identidad (Emily Thorne) y mudarse a los Hamptons, donde se vengaría uno por uno de todos aquellos que destrozaron la vida de su padre.

Es la trama de Revenge, otro de los relativos éxitos que esta temporada televisiva ha dejado tras de sí. La serie de Mike E. Kelley que ha resucitado profesionalmente a Madeleine Stowe (12 monos, El último mohicano) y nos ha devuelto a Emily VanCamp (Everwood, Cinco Hermanos) a la televisión ha sido una propuesta honesta desde el primer minuto. El título ya anticipaba que iba a ser una historia de venganza, y no hacía falta más que ver las fotos promocionales para saber que iba a adaptar El Conde de Montecristo muy a su manera. Después de cinco episodios de presentación en los que la serie jugó a ser un procedimental de venganzas (y en los que disfrutamos viendo a Emily Thorne destrozar vidas), Revenge abrazó su propia filosofía y comenzó a quemar trama a marchas forzadas.

Mansiones hechas con los Sims, miradas de odio, cliffhangers efectivos y una gran actuación de Stowe que ya le ha valido la nominación al Globo de Oro. Revenge sabe que ser un drama consistente no es su liga (algunas de sus tramas son sonrojantes), y prefiere explotar otras bazas: la sorpresa, las tramas locas y los giros de guión constantes. Y, reconozcámoslo, es lo que la hace sumamente divertida: sabe lo que el espectador quiere y no espera ocho episodios para dárselo. Además, los guionistas han sabido crear muy bien un ambiente en el que notábamos que todo podía estallar en cualquier momento, y que si no lo hacía era porque Emily iba dos pasos por delante del resto y lo controlaba todo. Y a pesar de que la recta final ha tenido unos cuantos episodios más aburridos de lo que se esperaba de ella, el estallido se ha producido en un final de temporada apoteósico en el que lo han dado absolutamente todo.

(Y de aquí en adelante, spoilers de la season finale) Si finalmente Revenge no hubiese renovado, no me cabe duda de que Mike E. Kelley habría sabido darle un final decente. En 'Reckoning', Emanda ejecuta el último movimiento de su plan. Con la familia Grayson hundida en el fango, sólo quedaba aniquilar al responsable directo de la muerte de su padre. Esa pelea hacha en mano es sólo uno de los mil puntos álgidos del episodio, pero ha marcado un punto de inflexión entre lo que la serie era hasta ahora y lo que será en la segunda temporada.

El asesinato era probablemente el único nivel que Emily no había sobrepasado y que nos permitía seguir fieles a su causa. Al fin y al cabo, repartía justicia a quienes la merecían. En los últimos episodios han jugado con eso y Nolan ha sido en cierto modo la voz de la conciencia de una Emily a punto de verse desbordada por los acontecimientos. Al final, no sólo no ha sido capaz de matar sino que hemos visto su lado más humano con la muerte de Sam, el perro matusalén, y sus sentimientos hacia Jack. La calma tras la tormenta ha sido, por otro lado, muy breve: Emily, la de verdad, está de vuelta y embarazada; el avión en el que viajaba Victoria ha explotado; Charlotte ha intentado, no sabemos si con éxito, suicidarse; todo apunta a que Conrad irá a la cárcel; y, por último, parece ser que el asesinato de David Clarke no fue cosa de los Grayson, sino que forma parte de una conspiración mayor. Ah, y la madre de Amanda está viva.

Aun así, hay cosas demasiado forzadas  para acabar en cliffhanger: ¿Cómo es posible que Charlotte decida suicidarse antes de que a los informativos les dé tiempo a cambiar de tema y sin saber seguro aún si su madre está muerta? No lo sabemos, y francamente tampoco nos importa. Porque Revenge es una huida hacia adelante en la que no paran de regalarnos, uno tras otro, momentos para el recuerdo (Victoria subiendo al avión con Seven devils de Florence + The Machine sonando). Y porque la venganza suele ser un plato que se sirve frío, pero en caliente se disfruta mucho más.

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