jueves, 14 de marzo de 2013

¡Qué fácil soy!

Soy un espectador fácil, y cada vez me doy más cuenta de ello. Por si la cantidad de series que sigo a la semana no fuese ya una prueba matemática de esto, últimamente ciertos detalles en las series que sigo me han hecho darme cuenta de que da igual lo previsibles, forzadas o facilonas que puedan llegar a ser de vez en cuando, que disfruto como un enano cuando lo son.


(Spoilers hasta el 2x09) En los últimos episodios emitidos de Girls, el personaje de Hannah no atraviesa por un buen momento. Se encuentra completamente sola y, además, ha aflorado en ella un trastorno obsesivo compulsivo que muchos han tachado de innecesario. Probablemente lo sea, y había métodos más sutiles para mostrarnos su sentimiento de abandono, pero funciona, igual que funcionó esa llamada telefónica que intercambiaron ella y Marnie. Y es que Girls lleva varias semanas doliendo de lo cercana que es (y todo esto sin dejar de ser una comedia).


Muchos no lo entenderán, pero estoy poniéndome al día con Elementary y pasándomelo realmente bien con ella. La adaptación (muy) libre de las novelas de Conan Doyle puede haberse subido al carro del éxito de Sherlock, pero no tiene nada que ver con ésta y las comparaciones se hacen cansinas. Elementary es una nueva Castle, aunque bastante mejor. Los casos no están mal, y me gusta lo cuidada que está la fotografía, pero si por algo sigo con ella es por la relación entre Sherlock y Joan. Jonny Lee Miller y Lucy Liu están geniales en sus papeles y, aunque ya sabemos el camino que tarde o temprano recorrerán, los pequeños momentos que comparten en los episodios ya hacen que el resto merezca la pena.


Tres cuartos de lo mismo me pasa con The Americans, aunque esta está varios peldaños por encima. En mi opinión, el mejor estreno de lo que llevamos de temporada. Puede que las tramas no sean todo lo tensas que podrían (aunque el sexto episodio mejoró mucho en ese aspecto y esperemos que sigan por ahí), pero la trama familiar está francamente bien, y Matthew Rhys y Keri Russell también. La relación de desconfianza doméstica y diaria de este falso matrimonio de espías encubiertos está dejando grandes momentos, pese a que muchos sean de manual.


Matthew Perry está insoportable en Go On a ratos, en eso estamos de acuerdo, pero la serie de este grupo de autoayuda es tan entrañable que soy incapaz de dejarla. Y es cierto que no siempre es carcajeante (casi nunca, de hecho) y que algunos personajes son lamentables, pero se ponen en grupo a hacer cualquier idiotez y me tienen ganado. Además, las apariciones de Lauren Graham y (próximamente) de Courteney Cox, más por lo que significan que por cómo las llevan a cabo, son también ejemplos de esos momentos facilones que me ganan como espectador.


Los personajes de Glee han dado tantas vueltas sobre sí mismos que poco sentido se puede esperar ya de ella -¡como si alguna vez lo hubiera tenido!-, pero aparte de la locura que es en sí misma tiene números musicales geniales que no aportan nada a la trama pero son entretenidos de ver. No se puede decir lo mismo de Smash, que llegó el año pasado prometiendo ser buena y no lo fue, pero que al menos era muy risible. Ahora simplemente es un coñazo.

Y ejemplos de series que no tienen el mejor guión del mundo pero lo compensan a base de momentazos hay muchos más. Homeland y Dexter, por ejemplo, pero de esas no voy a volver a hablar para no repetirme.

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