viernes, 19 de octubre de 2012

La nueva vida en Storybrooke

Once Upon a Time no solo fue una de las revelaciones de la pasada temporada televisiva, sino que también fue uno de mis estrenos favoritos. Sin ser un drama complejo, sí que es una serie entretenida como pocas, y pese a sus fallos (esos cromas tan malos que son geniales o sus “buenos” despreciables) es una imprescindible en mi calendario semanal. Quienes la sigan al día (y si no mejor que dejéis de leer porque habrá spoilers), sabrán que el final de la primera temporada fue muy valiente rompiendo la maldición, trayendo la magia a Storybrooke y cambiando el esquema de lo que había sido la serie en su primera temporada. Once afronta su segundo año con unos personajes que compaginan varias personalidades, lo que les ha dotado de una profundidad que no tenían, y ahora que las cartas están sobre la mesa no hay excusas para detener la acción y el resultado está siendo un arranque de temporada bastante divertido.

Ahora que Snow y Charming están separados, la primera está ganando bastantes puntos (no por nada Ginnifer Goodwin es una de las pocas intérpretes decentes de la serie). La relación amorosa entre Blancanieves y el Príncipe era uno de los puntos flacos de la primera temporada porque era sumamente empalagosa y los personajes estaban estancados en un tira y afloja demasiado surrealista. En esta nueva temporada, Charming se está haciendo cargo de Henry (bastante mal, por cierto) mientras el niño se encarga de manipular emocionalmente a Regina para conseguir lo que quiere, siendo Storybrooke otra vez la trama que más flojea a pesar de que lo tenían todo para desarrollar enfrentamientos interesantes en el pueblo.

La mejor parte se la llevan Snow y Emma, perdidas en el Bosque Encantado, donde tendrán que hacer frente a Cora, una villana mucho más carismática que Regina, mientras encuentran la manera de llegar a casa. Jennifer Morrison sigue con su único registro interpretativo -sadfused face-, pero los guionistas se están esforzando en crear una química entre las dos que funciona bastante bien.

Quien nunca falla es Rumpelstiltskin (o Mr. Gold), que en este arranque sigue haciendo gala de su habilidad para la manipulación. Sus intenciones siguen siendo un misterio para nosotros, pero ciertos detalles, como su relación con Bella o la impotencia que siente al saber que no puede cruzar los límites del pueblo, le han dado más matices. Gold empieza a sentir que las cosas empiezan a escaparse de su control, algo que me recuerda, y perdonad la comparación, a la evolución de Ben Linus en Perdidos. Robert Carlyle, por cierto, es muy grande.

Hay, de todas formas, muchas cosas que me chirrían aparte del despreciable comportamiento de Henry (que es un niñato desagradecido), como las reacciones de algunos personajes: Emma y Blancanieves defendiendo a capa y espada a Regina; la alcaldesa que, al enterarse de que Henry la ha engañado para poder entrar a la cámara donde guarda los corazones, manda civilizadamente a Charming a recoger al crío; los ciudadanos que, por miedo a Regina, deciden mudarse en masa y perder todos sus recuerdos a pesar de que han estado media vida gobernados por ella, etc. 

De todas formas, la clave para disfrutar de Once Upon a Time es suspender la incredulidad y dejarse llevar a la espera del nuevo giro que los guionistas se saquen de la manga, ya sea introducir “dementores”, a Mulán o a Lancelot, el caballero de la Mesa Redonda (que de cuentos clásicos infantiles tienen muy poco). La cantidad de frentes abiertos que tienen les ha hecho desprenderse de la estructura casi procedimental del primer año, así que ahora cualquier cosa puede pasar. Y, sinceramente, a mí ver a Mary Margaret improvisando un lanzallamas con un mechero y un aerosol ya me compensa, así que pienso seguir con el cuento. 

P.D.: Y la foto que acompaña la entrada es la prueba de que Ginnifer Goodwin debería dejarse el pelo largo.

No hay comentarios: