miércoles, 27 de junio de 2012

El estilo de Sorkin



Mi cultura sorkiniana no va más allá de la primera temporada de El Ala Oeste de la Casa Blanca, que por el momento es la única que he visto, La Red Social y Moneyball. Sin embargo, me basta para conocer los rasgos característicos de una ficción guionizada por Aaron Sorkin: un ritmo trepidante, unos diálogos fugaces, unos personajes quizá demasiado inteligentes y un gusto por los largos monólogos que es ya marca de la casa. Y todo le funciona: la recaudación de sus últimas películas, los siete años que duró El Ala Oeste en antena y los Emmys y Oscars que tiene en su estantería le avalan. No por nada, series tan diferentes como House, Las Chicas Gilmore y Scandal beben en cierto modo de su influencia.

Y todo esto, ni más ni menos, es The Newsroom. En esta nueva serie que pretende mostrar el día a día de la redacción de informativos de un canal de cable, el estilo del guionista se nota desde el cold opening y la cabecera, muy de la vieja escuela (aunque brillante). Y lo que ha probado con su paso a HBO es que trabajar en el cable sólo le aporta la seguridad de que no cancelarán su serie a la primera de cambio por malas audiencias, porque su estilo y el tipo de personajes que crea siguen siendo iguales.

El periodismo, una profesión que hoy en día está de capa caída económicamente y a nivel de influencia, quizá exigía algo mucho menos idealista de lo que Sorkin pretende aportar con The Newsroom. Además, sorprende que HBO, cadena que (casi) siempre ha optado por el realismo y la crudeza en el relato de sus series (The Wire, Girls, A dos metros bajo tierra), haya preferido esta vez una visión más positiva. O tal vez es que no querían dejar escapar la oportunidad de tener a un guionista de tanto renombre entre sus filas.

De momento, en el piloto de The Newsroom las fuentes llegan casi por arte de magia, los periodistas de la redacción trabajan con eficiencia y buena voluntad, prima la veracidad y el equipo de producción es capaz de realizar un informativo de una hora en directo sin guión y sin que apenas se note. Si todos los profesionales de la información fueran como los escritos por Aaron Sorkin, el mundo sería sin lugar a dudas un lugar mejor. Y ahí es donde radica el valor de The Newsroom.

Si no comulgamos con sus ideales, la nueva creación de Sorkin se nos puede atragantar, pero de no ser así se convierte en una serie muy fácil de alabar. Viéndola, los espectadores sentimos ganas de ser mejores personas, los periodistas recargan su motivación, y los estudiantes de la profesión conservamos un poco de fuerza de voluntad para seguir estudiando al tiempo que vemos día a día cómo periódicos nacionales echan el cierre y cadenas de radio y televisión despiden a cientos de trabajadores mientras todos los medios procesan la información de manera uniforme y con cada vez menos capacidad crítica.

Que sí, que Sorkin es pedante, prepotente y después de explicarnos cómo debe funcionar la política de Estados Unidos quiere ahora enseñarnos periodismo. Pero teniendo personajes tan carismáticos desde el minuto uno (el reparto es espectacular), un ritmo endiabladamente rápido y siendo tan emocionante como ha sido el primer episodio, yo me la quedo sin duda. Un poco de esperanza y de luz al final del túnel nunca viene mal.

viernes, 22 de junio de 2012

La industria rebelde


Mi profesor de técnicas de comunicación decía que nunca se debía empezar un discurso (o un artículo) apuntando que uno no es el más indicado para hablar de un tema. Sin embargo, estoy seguro que habrá quienes hayan escrito algo similar a lo que quiero exponer en este artículo de manera más razonada y con cifras de taquilla exactas en la mano. No obstante, en una conversación en Twitter con Markusph sobre Tengo ganas de ti, que ha derivado en la rabia que me da que una película como esa se convierta probablemente en el estreno español más exitoso del año, he acabado criticando a la industria española en general. Y como 140 caracteres nunca son suficientes, allá voy:

De todo tiene que haber, o eso dicen. Lo mismo ocurre con la industria del cine. En Estados Unidos lo saben muy bien, y tienen claro qué películas pueden permitirse un presupuesto de producción descomunal, porque la recaudación lo superará con creces, y qué películas, con una temática más independiente, deben conformarse con un presupuesto limitado y tratar de ser rentables en su estreno en pocas salas. Obviamente, ni en Hollywood tienen la receta exacta de la rentabilidad: John Carter o Battleship han supuesto grandes fracasos para sus productoras, sobre todo porque la crítica las ha vapuleado y porque tenían mala pinta ya antes de estrenarse. Pero en cuanto tienen entre las manos un buen producto comercial, rompen récords (Los Vengadores y Los Juegos del Hambre son los ejemplos de esta primera mitad de año).

En España, en cambio, no parecemos tenerlo tan claro: nuestro cine sufre más de un apuro y pasa probablemente por su peor momento. En primer lugar, porque el público está convencidísimo de que el cine español es malo. Y quien asegure esto, o bien miente o bien no ha visto (por nombrar sólo algunos títulos recientes) Arrugas, Celda 211, Buried, RECNo tengas miedo, No controles, El orfanato o Pagafantas. Si dentro de nuestras fronteras se producen cintas de diversa temática y género y muchas de ellas tienen una calidad notable, ¿por qué el público piensa eso? Obviamente, la culpa es de la industria, que invierte el grueso de la promoción en el último proyecto fallido de Almodóvar (La piel que habito como thriller no valía un duro) o el último exceso de Álex de la Iglesia (hablo de Balada triste, no de La chispa de la vida).

No pretendo criticar a estos directores que, como es lógico, consiguen colocar sus producciones en numerosas salas porque tienen una legión de seguidores que van a ver sus películas. Les debemos mucho, pues con otras películas bastante mejores llegaron a colocar a España en el punto de mira internacional. Pero que Amenábar hiciese Los Otros no significa que Ágora sea ni medio decente, y lo mismo ocurre con otras vacas sagradas. Es comprensible que gocen de respaldo y prestigio, que gracias a ellos a fin de año salen las cuentas, pero quienes no simpaticen demasiado con el tipo de cine que hacen, siendo éstos los únicos proyectos que gozan de algo de promoción, es normal que tengan esta opinión del cine español en general.

Por otro año, los años que tenemos suerte, El orfanato se convierte en la película nacional más taquillera, pero cuando no, son la última entrega de Torrente o esa oda al maltrato llamada A3MSC quienes ocupan el trono, fomentando aún más la pésima imagen que los españoles tenemos de nuestro cine. Luego, y mirando sólo este último año, Blackthorn, Eva o Arrugas lo pasan mal para tener un poco de promoción y estrenarse en un número decente de salas. De hecho, si no eres mínimamente cinéfilo, es difícil saber que existen hasta prácticamente el día del estreno (y a veces ni eso). El caso es que son propuestas diferentes: un western, una película de ciencia ficción y otra de animación. Y además bastante buenas (unas más que otras) y con capacidad para gustar al gran público. ¿Alguien sabe que existen? Sí, afortunadamente los Goya.

Los mismos premios que, sin embargo, colman de nominaciones a La piel que habito y a La voz dormida cuando saben de sobra que este año ha habido producciones bastante mejores. Y, aunque al menos las películas nombradas en el párrafo anterior se llevaron premios en la última edición, es inevitable la sensación de que siempre se destaca lo de siempre, que el costumbrismo impregna todas nuestras producciones y que la endogamia domina la industria. Para colmo, mandamos Pa Negre (ganadora del Goya el año pasado por encima de Buried o También la lluvia, por cierto) a los Oscars en lugar de presentar a Almodóvar, en este caso de manera justificada porque sabemos que los críticos norteamericanos babean con el director.

La conclusión que saco es que no saben, o no quieren, venderse bien. Prefieren que el acontecimiento cinéfilo del año sea el estreno de Mapa de los sonidos de Tokio y que cuatro gatos se atrevan a pagar por ella. El cine de autor está muy bien y es necesario, pero no vende, y la prueba está en la estampida de gente que huía de las salas ante El árbol de la vida. Luego, el presidente de la Academia de Cine lloriquea durante discursos de media hora diciendo que los espectadores somos unos piratas que nos descargamos sus cintas de Internet y que el gobierno les va a retirar las subvenciones. Pero seamos justos: parte de la culpa la tienen ellos mismos y no quieren verla. Primero que intenten que la gente vaya a las salas a ver cine español y luego ya que se atrevan con productos más arriesgados.

Sin visión comercial, una industria se tambalea, y dan igual los parches que se le pongan en forma de subvenciones: si el modelo va mal hay que cambiarlo. Y el primer paso es tener claro que una película puede ser comercial y de calidad, y que una cosa no tiene por qué quitar la otra. Algo que parece que todavía no nos acaba de quedar claro.

jueves, 21 de junio de 2012

Kathy, Tommy y Ruth


Quienes me hayan leído en Twitter estos días sabrán que he andado un poco obsesionado con Nunca me abandones, una novela de ciencia ficción de Kazuo Ishiguro que me ha enganchado brutalmente y que, además, me ha parecido bastante redonda. Este drama romántico, narrado en forma de rompecabezas y con unos personajes bastante interesantes, me parece un ejemplo perfecto de por qué la ciencia ficción puede hablar del ser humano como pocos géneros lo consiguen. No quiero revelar mucho de la trama, pero resumiendo diré que narra la vida de tres personas, Kathy, Tommy y Ruth, que tienen que hacer frente a un destino demasiado trágico.

Pero como este es un blog de cine y televisión, necesitaba una excusa para pregonar lo genial que es la obra de Ishiguro, y no he tardado en ver la adaptación cinematográfica de Mark Romanek, que se ha apoyado en grandes actores como Carey Mulligan, Andrew Garfield y Keira Knightley para llevar a la gran pantalla este drama casi existencial. Y, tristemente, y aunque en cierto modo me lo esperaba por las críticas, la película me ha decepcionado bastante. Por supuesto, nada tienen que ver en ello los actores: Carey Mulligan está inmensa (cosa que a estas alturas ya no sorprende), Andrew Garfield lleva su papel bastante bien y la pobre Keira Knightley hace lo que puede con un personaje completamente desdibujado y unidimensional como es Ruth.

Como obra cinematográfica en sí, Nunca me abandones puede ser válida: técnica y visualmente es impecable, y la banda sonora es realmente buena. Se puede respetar en cierto modo la frialdad con la que está realizada, aunque pienso que se contradice bastante con lo que la historia desde un principio quiere contar. Los actores, como digo, no lo pueden hacer mejor, y la obra tiene buen ritmo y es entretenida. Además, logra ser interesante, a pesar de que desvelen el misterio demasiado rápido y no vayan dejando piezas del puzzle para que el espectador trate de armarlo.

Sin embargo, hay muchas cosas que reprocharle como adaptación, y es que Nunca me abandones puede contar lo mismo que la novela en la que se basa, pero en ningún momento supone lo mismo o marca tanto como la obra escrita. No se trata ya de que omitan cosas (demasiadas para mi gusto) y desordenen y se inventen otras tantas: siempre hay que entender que el cine y la literatura son medios distintos que cuentan las cosas utilizando técnicas diferentes. El problema, más bien, es que en ningún momento capta la esencia de la novela, ya que mientras el material original era mucho más reflexivo, la película pasa por encima de la trama de manera muy superficial.

Da bastante pena, porque una adaptación en condiciones de la obra de Ishiguro podría haberse convertido en una gran película. Como digo, no es mala, pero dejará muy fríos a la mayoría de los espectadores porque no hay forma de conectar con los personajes por más empeño que pongan los actores y por mucho que acompañe la banda sonora. Algo falla en la adaptación de Romanek, pues a pesar de ser tan brusca y obvia en muchos aspectos, no consigue que seamos partícipes del trágico destino al que los protagonistas tienen que enfrentarse.

P.D.: Así que si tenéis tiempo y os fiáis de mi criterio, leed el libro, que no decepciona.
P.D.2: Cuando digo que Ruth es un personaje unidimensional y desdibujado, me refiero por supuesto a la película. En el libro resulta mucho más interesante.

martes, 19 de junio de 2012

El plan de Lena Dunham


El domingo acabó en HBO Girls, uno de los estrenos que ha dado más que hablar esta midseason. Lo hizo con un episodio atípico, desconcertante, divertido, dramático a ratos y en cierto modo realista. En otras palabras, Girls se despidió al mismo nivel al que ha estado durante estos diez primeros episodios de apenas media hora, que se han hecho francamente cortos. Un buen nivel. Y os lo dice alguien que al principio era bastante escéptico.

Mientras que hubo quien supo ver desde el primer momento la genialidad de un producto diferente y realista a la par que ácido, a mí el piloto de la comedia creada, protagonizada, producida y guionizada por Lena Dunham (que es algo así como la nueva Tina Fey o el nuevo Louis C.K.) me dejó tan indiferente como suelen hacerlo los pilotos de la HBO. Sin embargo, la corta duración hizo fácil el darle una segunda oportunidad (como me pasó con la difunta How To Make It In America) y pude ver cómo el segundo episodio, con sus bromas sobre abortos y con los primeros trazos que definirían a los secundarios, aumentaba su calidad exponencialmente.

Molestó desde el primer momento que Hannah, la protagonista, declarara que quería ser la voz de su generación, porque en cierto modo identificamos personaje con creadora, y pensamos que es lo que Lena Dunham pretendía. Y no íbamos muy desencaminados, para qué engañarnos: el tono cómico y que no sea una serie especialmente cara no quita que Girls sea un proyecto ambicioso. Detrás del absurdo y de varias frases geniales se encuentra la intención real de retratar a una generación, la de aquellos que no saben exactamente qué quieren hacer con su vida y cómo van a conseguirlo.

Los personajes, por otro lado, lo tenían todo para caer mal: Hannah, la protagonsita, es tan narcisista que cree que un relato que ha escrito en diez minutos en el autobús es digno de ser escuchado y aplaudido y que diez páginas de su proyecto de libro deberían ser suficiente aval para que sus padres la sigan manteniendo un par de años mientras lo termina. Marnie, la segunda en discordia, es egoísta y piensa que sus problemas son mas complejos y por tanto requieren más atención que los del resto. Adam se nos presentó como poco menos que un depravado sexual. Jessa, como una inconsciente bipolar que no necesita más de un segundo para tomar una decisión importante. Y Shoshanna, llena de inseguridades, podía ser verdaderamente insoportable cuando se ponía a hablar sin parar de cosas en las que ni ella misma creía, pero que había leído en libros de autoayuda.

Sin embargo, el buen guión que ha salido de las manos de Lena Dunham ha hecho que todos acaben cayéndonos bien en mayor o menor medida. Dunham, de hecho, ha sido muy inteligente dibujando su personaje principal como alguien torpe, sometido a humillaciones y vejaciones prácticamente en todos los episodios (y ella no ha tenido miedo al ridículo a la hora de interpretarlo), de tal manera que es difícil tacharla de egocéntrica a pesar de que Hannah roba minutos y minutos de los episodios mientras que Jessa y Shoshanna, con mucho potencial, quedaban reducidas a meros alivios cómicos. Por eso, aunque es cierto que ella ha acabado siendo el personaje más antipático, a ratos parece que Girls debiera llamarse en realidad Hannah.

Es uno de los pocos fallos que se le pueden achacar a unos guiones que, a través de las frases autocompasivas de Marnie (“Sometimes being inside my own head is so exhausting that it makes me cry”) y Hannah (“So any mean thing someone's gonna think of to say about me? I've already said to me, about me, probably in the last half hour”), el relativismo moral de Adam y Jessa y la obsesividad de Shoshanna, han sabido representar y parodiar de manera ácida a una generación perdida y llena de inseguridades sin que los que pertenecemos a ésta no sintamos ofendidos, sino más bien identificados. Por eso, no se puede hablar de Girls como una serie pretenciosa, sino como una ficción ambiciosa que consigue lo que pretende. Lena Dunham se cree muy guay, y da rabia, pero no podemos reprochárselo, porque casi siempre lo es.

miércoles, 6 de junio de 2012

Meme: Despidiendo la temporada 2011/12


Ahora que ya veo la televisión a ritmo USA, puedo hacer una de las cosas que más envidia me daba años atrás de los blogs seriéfilos: ¡memes! Como este año Adri no se ha animado a lanzar uno para despedir la temporada, LiPooh ha tenido a bien reciclar el que propuso el año pasado, y otros blogueros hemos decidido seguirle, así que ahí va mi repaso a lo que ha dado de sí la temporada 2011/12.

La novata que nunca debió existir: Smash. No ya porque la serie sea mala, sino porque todas las discusiones en torno a ella han sido tan insoportables que la NBC nos habría hecho un favor si hubiera apostado por cualquier otra serie para que fuera su gran éxito de la temporada.

La que ha perdido fuelle: The Big Bang Theory empezó la temporada muy centrada y bastante más divertida que otros años, pero con el paso de los episodios la pereza que me daba ponerme a ver el capítulo semanal iba en aumento y aún tengo los cinco o seis últimos episodios pendientes. Este verano me los quitaré de encima.

La que sigues con más pasión: La temporada ha tenido altibajos y no ha brillado tanto como las anteriores, pero Fringe sigue planteando temas muy interesantes. Además, han sabido enderezar bastante las cosas en su recta final y solucionar los pocos fallos que yo le vi. Ahora que los personajes vuelven en parte a ser quienes eran, sigue siendo mi favorita, y sufro pensando que en diciembre se nos acaba.

La gran decepción: Bones, casi como The Big Bang Theory, empezó fuerte este año con un par de episodios potentes. La nueva “dinámica” de los protagonistas apuntaba maneras, pero al final ha acabado teniendo muchísimos episodios aburridos, con alguno más inspirado a mitad de la temporada. Pero todo bastante olvidable.

La que te ha sorprendido gratamente: 2 Broke Girls. Será una comedia chorra y simple como el mecanismo de un botijo, pero me río a carcajadas con ella. Y mira que los guiones son siempre iguales (dobles sentidos sexuales, humor escatológico...), pero la química entre las dos protagonistas es genial, y los secundarios han ido mejorando bastante.

La que te llamaba mucho pero no seguiste con ella: Vi los primeros siete episodios de Homeland y me parecieron magníficos. Sobre todo el séptimo, el último que vi, que no dejaba muy claro por dónde iba a ir la serie a partir de ese momento. Por eso no entiendo cómo no he terminado de verla todavía para poder unirme a aquellos que dicen que es el mejor estreno del año. Los cinco últimos capítulos son una de mis prioridades veraniegas. Y Alcatraz no sería lo que se esperaba de ella, pero era un procedimental entretenido con un tono muy interesante, y también la dejé a cinco episodios del final.

La cansina: Glee ha sido bastante insoportable este año. Como siempre, vamos, pero en peor. Mención especial a momentos vergonzantes como el milagro de Quinn o el episodio en el que decidieron cantar en español y eligieron grandes éxitos de nuestra cultura como La cucaracha y Bamboleo. Pero bueno, además de irritante, también sirve para echarse una risas con sus WTF? No me voy a quejar mucho cuando la sigo viendo (y una pequeña parte de mí la disfruta).

La miniserie: The Fades tiene un final abierto muy dañino, pero en realidad cierra casi todas las tramas que plantea en sus seis únicos episodios. Me duele menos engañarme a mi mismo tomándomela como una miniserie que como una primera temporada con mucho potencial. Mención aparte a otra joya británica, la perturbante Black Mirror.

La que no pensabas que te gustaría: American Horror Story. Ryan Murphy no es una referencia muy fiable (véase Glee), pero su perturbada cabeza puede producir grandeza pura en géneros como el terror. Mucha demencia que acaba convirtiéndose en un drama consistente (quién lo diría), cientos de homenajes al cine de terror (y a Bitelchús) y Evan Peters y Taissa Farmiga, a los que espero ver en muchos papeles a partir de ahora, en un reparto capitaneado por Jessica Lange, que brilla con luz propia.

La nueva serie que recomiendas: Once Upon a Time puede ser ñoña e infantil a ratos, lo admito, pero las vueltas de tuerca a los cuentos infantiles me han tenido enganchado todo el año, y la recta final de infarto que ha tenido ha sido de lo mejor de la temporada, en mi opinión. Aunque claro, para alabarla como es debido hay que olvidarse de la protagonista, una madre coraje de mentira obsesionada con muchas ideas preconcebidas.

La que sigue en buena forma: The Good Wife sigue siendo uno de los dramas más consistentes, elegantes, bien escritos e interpretados de la televisión. A lo mejor este año no ha sido tan trepidante como el pasado, pero la genialidad, el subtexto y las ganas de aplaudir han seguido estando ahí en cada escena. Emmy para la serie (a mejor drama y mejor comedia) y Emmy para Christine Baransky.

Una nueva con buena pinta: Este verano, The Newsroom, la nueva de Aaron Sorkin, es una cita ineludible. Y ya en otoño habrá que estar atentos a Last Resort, uno de los estrenos que mejor pinta tienen. En trailer anticipa una intriga muy bien conseguida. Y mi lado mamarracho está deseando reencontrarse con Terry O'Quinn y Vanessa Williams en esa especie de American Horror Story de saldo que parece que va a ser 666 Park Avenue.

La cancelación que has maldecido: The Fades. Me repito, pero es que era muy grande.

Ese cliffhanger malo para tu manicura: La recta final mediocre que ha tenido Revenge se nos ha olvidado a todos con ese pedazo de final de temporada. Han dejado 93501857 frentes abiertos.

Un momento para llorar: El Wonderful! Wonderful! con el que nos despedimos de Karen McCluskey en Mujeres Desesperadas. Y que Kathryn Joosten haya fallecido dos semanas después contribuye a que el momento sea incluso más mítico. DEP.

Un momento para reír: La season finale de Cougar Town ha estado sembrada. El momento “I've tried the wine before and... not a big fan” creo que no se me va a olvidar nunca. Y saber qué se hace en caso de empate en las elecciones de Pawnee confirma que a Parks & Recreation no hay comedia que le tosa, salvo Modern Family a veces (“Algún día, tus fans trabajarán para mis fans”).

Una escena memorable: La ducha de Girls. Aunque bueno, en el mismo episodio Marnie y Jessa protagonizan otro momentazo.

El rey de la serie: Aunque Schmidt haya sido para muchos el personaje revelación de la temporada, para mí, Nick Miller es, con perdón de Zooey Deschanel, el rey de New Girl.

#yoconfieso: que vi los dos últimos episodios de House saltándome unos cuantos de los anteriores porque la octava temporada se me estaba haciendo muy cuesta arriba. Pero a mí me gustó mucho el final de la serie, bastante más que al resto de la blogosfera, por lo que he leído.

Tú sobras: Tom de Parks & Recreation y Declan de Revenge deben morir. Entre terribles sufrimientos.

La nueva serie que no veré ni loco: Nunca digas nunca, pero muy bien se tiene que hablar de 1600 Penn y de Malibu Country para que me anime a verlas.

And I will always love you: Olivia Dunham, FBI. Espero que Anna Torv aparezca en todos los episodios de la última temporada, señores de Fringe. Y sí, es una amenaza.